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LA MUJER QUE ESCUPÍA DIAMANTES – VIII (Género fantástico)

Diamante vendido

Por RAI

Didier se dirigió a 170 kilómetros al este de París. Visitó la región de Champagne, con sus bodegas, casas y laderas llenas de verdes viñedos. Más de 140 pueblos están entregados al cultivo del vino en un ambiente de cierta paz, ya que desgraciadamente pronto se convertiría en un lugar de saqueo y duras batallas con la retirada alemana. Como venía a decir el General Napoleón: “este vino se lo merece uno en las victorias, pero también cuando acontecen las derrotas”.

Didier firmó numerosos contratos para el exigente enólogo del Führer, figura que hacía de intermediario alemán encargado de que tanto a Hitler como a Alemania no le faltara su cargamento de miles de botellas mensuales. Aquí el ingenio se desató y fueron muchas las trampas y argucias las que se buscaron para engañar a los invasores, escondiendo bodegas y deshaciéndose en la medida de lo posible de mediocres añadas debido a la falta de mano de obra por la situación bélica; algo que aún cuentan los más ancianos del lugar. Pero los alemanes no eran tontos, y Didier consiguió unos buenos contratos para ambas partes. Unos días después se dirigió a su nuevo destino.

Didier, hasta llegar en tren a Lyon, se dio cuenta de que le seguía un hombre con sombrero y abrigo de color marrón. Lo ignoró no sin mantenerse alerta. Entregó el sobre en la Jefatura a la persona indicada, y dejaron de seguirle. Más tarde y tras visitar a unos amigos Martinistas en la ciudad, se dirigió en tren al suroeste de Francia, concretamente a la costa vascofrancesa de Biarritz, no sin antes pasar por la población de Pomerol, departamento de Gironda situado cerca de Burdeos. Allí visitó el Chateau Petit-Village, fundado en el año 1785. Y aprovechó para comprar varias cajas de vinos tintos y blancos que hizo mandar a su dirección de París.

BIARRITZ

    Didier vendió el tercer diamante a una dama que vivía en esta atractiva ciudad. Lo hizo por la mitad de su precio real. Los tiempos no eran los adecuados, y al menos serviría para sufragar los gastos de alimentación en una época donde ya no se sabía lo que era un cereal, ni el color que tenía el arroz o los huevos. No había comida que comprar y el mercado negro multiplicaba por 10 y por 20 muchos de los productos alimenticios sobre todo de los frescos. Las latas de comida del ejército se compraban por 5 veces su valor. La gente pedía comida por la calle. Cada vez se veía más enfermedad y miseria. El daño era muy grande y se prolongaría años después de que acabara la Segunda Guerra Mundial. Algo que faltaba pocos meses para que ocurriera.

La Madame***, cuyo nombre quiere que permanezca en anonimato –por ser muy conocida en Biarritz– es amiga del jovencito Michel, un amante de los libros antiguos -en particular de Oriente- que colecciona sellos, monedas y antigüedades. El sueño de Michel es ir a India. Ahora era presentado a Didier junto a un grupo de personas amantes del Ocultismo o Ciencia de lo Hermético que enaltece al ser humano.

–Encantado de conocerle Sr. Didier –dijo entusiasmado el muchacho.

–Lo mismo te digo Michel.

–Aquí en el sur de Francia, igual que en París, hay mucho interés por el arte de usar el péndulo, la quiromancia o el arte de leer las líneas de la mano, el tarot y la metapsíquica en general. ¿Es peligroso adentrarse por estos caminos siendo aún muy joven?

–No, todo lo contrario, ello indica que seguramente eres una persona especial. Tu cuerpo físico será joven, pero tu alma es muy antigua. Si eres consecuente con lo que haces y tienes buenos Maestros, o en su defecto buenos libros, aprenderás muy rápido –añadió Didier.

–Gracias, Señor.

–Gracias a ti por ser un buscador de la verdad. El mundo es muy engañoso, pero un hermoso jardín lleno de secretos espera a los buscadores que son como tú.

Madame***, moviendo su dedo índice en el aire dijo:

–¡Pero no te conviertas en un André Malraux!

–¿Por qué, Señora?

Un hombre que los acompañaba añadió:

–Porque Malraux es un pícaro aventurero, saqueador de yacimientos arqueológicos, novelista, piloto de guerra, cineasta, y sobre todo ¡un fabulador! Pero de cualquier manera lucha dentro del movimiento de la Resistencia, detenido recientemente por la Gestapo, dicen que también se librará de ellos… Allá por donde va no deja indiferente a nadie.

La Señora*** apostilló sus palabras: –Aún así, yo creo en él. Es un intelectual atrevido, surrealista sí, pero muy perspicaz y vanguardista. Y sobre todo muy humano. A mí me gusta.

Todos rieron.

[Nota: André padecía el síndrome de Tourette (tics, guiños y muecas incontroladas). Buen escritor, se editó él mismo su primer libro. De formación autodidacta leía obras y boletines de arqueología oriental. Viajó a Indochina, por la que sentía una gran pasión, y en Camboya se hizo con varios bajorrelieves y cabezas de arte Jemer que arrancó de un templo abandonado. Detenido por las autoridades coloniales (francesas), se le condena a prisión junto a su mujer y un amigo que hacían de compañeros de expedición. Finalmente se las ingenió para no ir a la cárcel y aprovechó la experiencia para escribir la que sería su tercera novela, La Vía Real. Mas tarde, Malraux viaja a España y se pone al servicio del gobierno de la Segunda República alcanzando un gran protagonismo. También fue cineasta, llevando a la pantalla la película Espoir. Sierra de Teruel. Ambientada en hechos ocurridos en Teruel, debido a la guerra fue finalmente rodada en los exteriores de Cataluña y luego finalizada en Francia. Para cuando se quiso estrenar, la República ya había perdido y no tenía sentido exhibirla. Tan solo hubo dos pases privados en un cine de los Campos Elíseos de París para el gobierno republicano en el exilio. Al poco comenzó la Segunda Guerra Mundial, y se censuró y destruyeron todas las copias del film. Pero con los años apareció una copia que se había escondido en una lata. Se trataba de una bobina que había sido clasificada con otro nombre y se volvieron a hacer numerosas copias estrenándose como una película francesa en el año 1945. André Malraux, fruto de la experiencia de la guerra en España, escribió su famosa novela La Esperanza (1937), de la que hizo también una adaptación cinematográfica. Anteriormente había escrito su célebre obra La Condición Humana (1933). Entre otros publicó varios volúmenes dedicados a los museos imaginarios. Más tarde llegó a ser Ministro de Cultura en tiempos de De Gaulle].

Luego se reunieron en un conocido Salon de Thé de Biarritz. Tras hablar de generalidades y también del futuro, siempre con la máxima prudencia, Didier se despidió de todos ellos y abandonó la tranquilidad del local para dirigirse a su hotel. Sabía que hay oídos y espías en cada esquina, y no quería exponerse demasiado. Al día siguiente salía en tren muy temprano en dirección de París.

Al final del día ya estaba en su hogar. Llamó por teléfono a Juliette para quedar el siguiente viernes en el Petit Hôtel. También llamó a Sophie. La alegría de ésta superaba lo esperado por Didier, ya que siempre se mostraba tímida y cauta. Didier se alegró. Pero antes de quedar con ella tenía que descansar del viaje para acudir a su despacho al día siguiente. Tenía que ponerse al día, entregar el contrato firmado al General alemán, y devolver la pistola a los agentes del Gobierno francés. Para ello había quedado en verse a primera hora de la tarde.

Didier durmió 9 horas seguidas. Por la mañana acudió a su despacho sin desayunar. Mientras le informaban y se ponía al día le subieron un café (cereal achicoria) con leche y varios croissants. El desayuno francés no es tan copioso como en Inglaterra. Dos días antes habían llegado las cajas de vino de las bodegas Château de Pomerol. Repartió varias por los despachos y al personal que trabajaba con él.

Ya en la tarde, la secretaria anuncia la visita de los representantes del Gobierno Alemán y Francés.

–Bonsoir, cher ami! –dijo el General alemán dándole un sonoro abrazo. Los gendarmes saludaron solo moviendo la cabeza.

Didier puso su maletín encima de la mesa y tras abrirlo cuidadosamente entregó una copia del contrato y otra se quedaría en los archivos del bufete.

–Muy bien Didier, Alemania le da las gracias, ¡y el Führer también! Acto seguido levantó su brazo, y los dos agentes hicieron lo mismo.

Didier alzó el suyo, pero solo para mostrarle una selecta botella de champagne Cristal Roederer mientras le decía:

–Es para usted General.

–Mon Dieu! Es la botella que pidió hacer al Zar Alejandro II a Louis Roederer. Una botella especial que no fuera de color verde sino transparente y con un fondo plano. Jajaja. El Zar temeroso de que lo envenenaran encargó este exclusivo vino en cristal bien visible, ¡prudencia rusa! Y volvió a reír entusiasmado, para luego, mirando a Didier, decir:

–¡Me gusta este hombre!

Los allí presentes se dieron cuenta, una vez más, que el General alemán conocía bien la historia y anécdotas vinícolas de su País. Sin duda, –pensaron–, los alemanes saben lo que quieren y luchan por ello.

–Didier, no quiero que piense que soy un estúpido. La otra vez fui un poco grosero con el tema de la pistola. Le ruego me disculpe.

–No lo tengo en cuenta General, nunca he tenido una en mi mano y…

Entonces cuando Didier procedía a sacarla de su maletín y de su correspondiente estuche para devolverla, los gendarmes le pararon y le dijeron:

–Usted ha cumplido su misión comercial en forma exitosa, puede quedársela con los papeles para portarla que le dimos.

Didier se quedó pensativo.

–El sobre llegó correctamente a su hombre de Lyon, se lo di en mano.

–Lo sabemos, y le pusimos vigilancia, pero eso usted ya lo sabe. Lo que no sabe es que el contenido del sobre era… ¡papeles en blanco!

–¿Entonces?

–Teníamos que probar su lealtad, recuerde que estamos en guerra –dijeron los gendarmes.

–Bien –añadió Didier un tanto contrariado–, ahora que estamos todos satisfechos nos despedimos aquí. Tengo mucho trabajo.

El General alemán se cuadró y levantó el brazo esta vez con la botella de su preciado champagne Cristal Roederer, como antes hiciera Didier. Los gendarmes, como si tuvieran un resorte debajo de sus axilas hicieron lo propio.

Esa tarde, Didier trabajó hasta casi la hora del toque de queda. Cogió un taxi y se fue para su casa, no sin antes quedar con Sophie para verse al día siguiente desde primera hora de la mañana.

A la mañana siguiente

    Suena el timbre. Didier se pone una elegante bata de color azul noche sobre un pijama blanco con finas rayas, abre la puerta tras mirar por la mirilla…

–¡Didier! ¡Buenos días! ¡Es hora de desayunar!

Una chica con un vestido de color hueso que le llegaba a las rodillas, con una chaquetita beige y cinturón a juego se abría paso pidiendo permiso. En una mano traía el bolso y en la otra una caja con croissants y napolitanas. Su tez rosácea, labios de un rojo intenso, y su cabello rubio anunciaban a Sophie.

–¡Buenos días, Sophie! –y mientras ésta le abrazaba tiernamente, Didier le decía–: ¿No es un poco temprano?

–¡Didier! Amanece para vivir otro día, que no es poco. Y hay que aprovecharlo. Recuerda que me prometiste pasar un día entero conmigo.

La alegría que traía Sophie terminó por contagiar a Didier que la miraba con ternura. –¡Claro que no lo he olvidado! ¿Cuál es el plan?

–Primero desayunar juntos, me tienes que contar muchas cosas. Luego te pones guapo y nos vamos a pasear, ver escaparates y sentarnos en uno de los jardines de la ciudad cerca de la torre Eiffel.

–Espera, voy a hacer una llamada –dijo Didier– …<<Hola, Pierre, soy Didier, mira si puedes reservarme una mesa hoy mismo para dos… No, no es oficial, no necesito la mesa donde suele cenar Edith Piaf, sino un rincón más discreto… Sí, eso es, voy con una amiga. Gracias Pierre, ¡hasta luego!>>

–¡Vaya! Una mesa discreta para dos, ¿eh? –dijo Sophie, mientras jugaba con un croissant cerca de sus labios rojos–. ¿A cuántas señoritas has llevado a ese sitio, Didier?

–A ninguna que no fuera por asuntos de negocios.

–Ya, bueno, ¿se puede saber de qué restaurante se trata?

–Sí, claro, es La Coupole…

–¿El del barrio de Montparnasse inaugurado hace unos poquitos años?

–Eso es.

–Me encanta su decoración Art Decó. Mi padre me llevó hace cuatro o cinco años… recuerdo los Crêpes Suzette au Grand Marnier flambeados en la misma mesa, delante de los comensales… sus Fruits de Mer… y lo que no he podido probar aún es su sublime tarta de limón con merengue, eso sí, acompañado de una copa de champagne rosado.

–¡Pues hoy lo harás!

Acto seguido, y con un movimiento rápido Didier le quitó el croissant de los labios, lo dejó en un plato de desayuno a la vez que rodeaba la frágil cintura de Sophie, que estando aún con la boca abierta, Didier posó suavemente sus labios en el lugar que ocupaba antes el dulce manjar. Ambos se fundieron en un largo beso, como intentando recuperar el que no se pudieron dar en la calle, en su visita a la casa de Nicolás Flamel.

Tras aquel momento intimista, Sophie le dijo a su amigo:

–Didier, enciendes en mí una pasión que me devora. No hay océano que pueda apagar este fuego en mi corazón. Pero no te preocupes ¡nunca seré una cadena para ti!

Didier, contemplaba sus ojos casi llorosos, mientras su mano le acariciaba la barbilla, luego su oreja, para seguido ambos volverse a fundir en interminables besos.

Una vez en la calle, saliendo del portal, se encaminaron en dirección de una pequeña librería, ya que Sophie gustaba de ver su escaparate. Ella sonreía, recordando quizás los besos, iluminando aún más su rostro, para delicia de Didier. En algunos lugares había más ajetreo que en otros. Vehículos, gentío, obras de remodelación… de repente un hombre un tanto ebrio con una pancarta de cartón se cruzó con ellos gritando a todo el mundo: ¡Parisinos! ¡Despertad! ¡Muerte a los traidores! ¡Salvad a París! ¡Ángeles del cielo, protegednos!

Unos hombres salen de una camioneta y se lo llevan.

–¿Qué le va a pasar a ese hombre? –dijo Sophie

–No te preocupes. Le detendrán 24 horas, le darán de comer y lo soltarán.

Un camión descargaba leña, otro carbón, y un poco más allá varios motocarros llevaban grandes bloques de hielo para restaurantes y mercados de pescado.

Tras visitar algunas tiendas de moda y otras de antigüedades llegaron a los jardines de la ciudad. Pasearon en silencio entre diversidad de flores… luego Sophie hizo a Didier algunas reflexiones:

–¿Por qué la gente, y en particular los políticos, creen que el dinero y el poder dan la felicidad?

–El dinero y el poder no constituyen la felicidad, ni siquiera el conocimiento, y si lo hace es solo temporalmente.

–¿Tampoco el conocimiento?

–No, me refiero al excesivo deseo de conocerlo todo.

–¿Por qué?

–Porque cuando la curiosidad te lleva al extremo, puedes descubrir cosas que pueden alterar la percepción que se tiene de la vida. Hay una frase que dice: <<Al conocimiento con tiento>>.

–Quizás –dijo Sophie– por eso Luc de Clapiers hablaba de que “Ni la ignorancia es falta de talento, ni la sabiduría es prueba de genio”.

–Caramba esa frase no la conocía, pero es evidente que es así.

Luego un taxi les acercaría al restaurante de Montparnasse.

Continuará…

Nueva reunión en el Petit Hôtel París

LA MUJER QUE ESCUPÍA DIAMANTES – VII (Género fantástico)

                La reunión va finalizando en el Petit Hôtel de París

  Por RAI

Tras un descanso, el grupo de amigos reparaban en las lecturas celebradas y en el trabajo esotérico realizado. Ahora estaban sincronizados con unas energías de conciencia tan altas como bellas. Cada uno conservaba su propia personalidad y libertad de expresión que servían de estímulo y crecimiento a los demás en una coherencia de corazón y de mente propia de los discípulos avanzados. El Rayo de la Personalidad y el del Alma de cada uno de ellos tomaba colores y tonalidades de hermosos matices espirituales a la visión del Maestro Superior que les guiaba. Maestro que desde el Reino Invisible, apreciaba como nadie las notas de humor de cada uno de ellos, y su capacidad para atraer el magnetismo de la Piedra meteorítica Chintamani. Piedra Shambálica que magnetizó la kundalini del antiguo Meridiano Cero de la ciudad, para con ello atraer, estimular y elevar la conciencia de artistas, ingenieros, diseñadores, arquitectos y escritores tras la Primera Guerra Mundial. París, en los años 20 y 30, mostraba talento, aires de libertad y una gran energía creativa -al igual que en la ciudad hermana de Nueva York- influyendo al resto del mundo. Ahora nuestros amigos y tantos otros grupos esotéricos y ciudadanos de Buena Voluntad despertaban cada mañana con la idea de recuperar todo lo perdido.

En una calle-jardín de París

En un momento dado Sophie dijo:

–¡Qué bonitas las lecturas que habéis hecho! Se me ocurren muchas preguntas, pero me mantendré expectante a que se vayan respondiendo por sí solas al mantener mi fidelidad con vosotros. El amor por la lectura y más por este nivel de aventuras espirituales y de filosofía hermética me resulta de lo más iluminador. Le da sentido a la vida ¿no os parece?

–Todos esbozaron su mejor sonrisa.

–¿Quéee? Me ha gustado mucho, y este té de Darjeeling está delicioso –comentó, para luego añadir–: Bueno, ya me callo.

–Puedes decir todo lo que quieras –dijo cariñosamente Collete, dueña del hotel.

–Me apena mucho todo lo que está ocurriendo, y parece que nunca va a acabar –dijo Sophie. Luego mirando a cada uno de ellos, añadió–: La guerra es una frivolidad y ésta no debe distraernos de las cosas que son realmente serias. Es lamentable cómo cada día hay más franceses que son colaboradores de los alemanes, y ante la persecución antisemita muchos franceses miran para otro lado. Estoy desolada y solo quiero marcharme de París, pero ¿dónde ir?

–Ven al sur conmigo –dijo Didier.

–¿A la Provenza?

–No, a Biarritz.

–Allí hay muchos intelectuales y artistas antinazis, también judíos que buscan huir a Portugal ?dijo Juliette.

–Sí –añadió Didier–. A la Provenza no se puede ir, han construido numerosos campos de internamiento con miles de prisioneros entre los que se encuentran refugiados españoles, judíos y gitanos. Son lugares de sufrimiento en donde sobreviven de forma infrahumana. Hay también zonas ocupadas por soldados italianos ?Luego añadió?: De momento Biarritz no es peligroso, al menos no como en San Juan de Luz, que hace frontera con Irún en España, un país supuestamente neutral como Suiza pero que no lo es. Y luego está la frontera de Canfranc en el Pirineo Franco-Aragonés, infectado de nidos de ametralladora y bunkers, donde se halla la Estación Internacional de Ferrocarril, que junto con Zaragoza y San Sebastián son nidos de espías, soplones y de agentes que colaboran de un lado y del otro.

–Yo allí no voy. Para eso me quedo en París –sentenció Sophie, apretando los dientes.

–Henri y yo –dijo Armand– nos vamos unos meses a Bretaña. Vamos a recorrer la costa desde Saint-Malo hasta Trégastel. Iremos también a Morbihan, donde conozco a dos radiestesistas que hablan de las Ondas de Forma y su influencia en el ambiente o espacio. Se trata de un conocimiento secreto proveniente del Antiguo Egipto, según contó en una conferencia en la Asociación de Radiestesistas aquí en París antes de la invasión. Lo que quiero decir es que, si quieres puedes venir con nosotros.

 

Libro Chintamani

Libro Chintamani

Juliette enseguida dijo:

–Ahí sí que hay que tener cuidado. Los alemanes tienen una gran concentración de tropas, bunkers, cañones y observatorios a lo largo de todas las playas de la costa que mira al océano Atlántico, ya que tienen como objetivo defenderse de una posible invasión de nuestros aliados ingleses. Además maniobran para llegar a las costas y ciudades de Inglaterra con sus famosas bombas volantes, todas esas zonas están militarizadas.

–Mon Dieu! –exclamó Sophie, para luego añadir–: Me quedo aquí con vosotros, a pesar de la inseguridad que se respira en París.

–Vale –dijo Didier–. Volveremos a reunirnos dentro de unos meses, no más de las seis personas que estamos aquí. Si hace falta nos reuniremos de dos en dos, unos días unos y otros días otros, y continuaremos con prudencia nuestros trabajos psíquicos como sabemos. Os avisaré cuando yo pueda de nuevo reunirme y traeros información. Tened cuidado con los comentarios por teléfono. Si queréis, para decir que todo va mal o que es peligroso, haremos referencia a la ropa vieja. Y para indicar que todo va bien haremos referencia a ropa nueva. ¿Estáis de acuerdo?

–Sí –dijeron todos. Y así se despidieron saliendo en grupos de dos en dos, con intervalos de 3 a 5 minutos cada uno.

París, cada vez era una ciudad más extraña y controvertida. En los cafés se podía ver a los oficiales sentados al aire libre leyendo periódicos mientras soldados de uno y de otro bando saludan al pasar frente a ellos. Aún así, tanto los alemanes como los franceses -que estaban obligados a una mutua colaboración- no se fiaban de nadie.

En la calle se mezclaba un ambiente de semiclandestinidad junto a la pobreza y a la vestimenta de las clases altas. El gentío camina sin rumbo fijo, solo por el placer de mirar, ya que para algunos no había nada que hacer salvo vivir un día más. A veces, el clamor y la curiosidad se avivaba al ver el rodaje de documentales o de cine en plena calle. Los negocios al pie de las mismas componían la totalidad de la escena de cada día.

Todo el mundo aplicaba sus mejores dotes para trapichear y poder llevar algo de comida a casa. Luego, con la caída de la noche y ante el toque de queda, las calles se quedaban totalmente vacías.

En los suburbios las ratas dejaban sitio a los sintecho. Los gobernantes de toda Francia eran títeres de una fuerza mayor y de su propia estupidez. Al ciudadano de a pie sólo le quedaba obedecer y obedecer. Con este panorama humano y social ¿que se podía esperar del futuro?

Gandhi afirmaba con tristeza en 1947:

NI LA VIOLENCIA NI LA NO-VIOLENCIA
ALCANZAN LA FUENTE DEL MAL

 

Apenas unos pocos años antes, París parecía estar en la misma tesitura ¿Qué hacer? Solo una fuerza Suprafísica podía actuar en favor de la vida física.

Nuestros amigos de París, en India y en Bélgica ya estaban trabajando en ello de acuerdo a las cualidades de cada uno de ellos.

Sólo cuando se domina nuestra naturaleza interior se domina el mundo exterior, eso afirma al menos los Yogas Superiores. No hay remedio que convierta el vinagre en agua de rosas, pero sí al revés. De ahí que sea necesario trabajar y actuar para que nadie avinagre nuestra vidas. Se requiere primero curar la base del hombre, transformarlo y convertirlo en un ser pensante libre y luminoso. Si se quiere eliminar a la Bestia de la mentira, al Destructor de la humanidad, hay que educar a cada ser humano y evocar a las Fuerzas Superiores y entonces y solo entonces, lo demás vendrá por añadidura.

Didier y Sophie se marcharon juntos.

Agarrada al brazo de Didier, Sophie dijo:

–¡La vida es una tortura cuando está desprovista de significado!

–Debemos de confiar –le contesto Didier mientras alzaba la mano a un taxi que pasaba por la calle.

Ya en él, Sophie se acercó al oído de Didier para decirle:

–Déjame ir a tu piso.

–No, Sophie. Aunque vivo solo, no es una buena idea. Tengo que madrugar para recoger unos documentos importantes para llevar a Lyon a que los firmen en los próximos días, entonces bajaré hasta Biarritz, como ya he dicho al grupo.

Sophie, se quedó silenciosa y cabizbaja.

Didier, indicó la dirección al chofer. Luego, con su dedo índice levantó cariñosamente la barbilla de Sophie y mirándola a los ojos le dijo:

–Aguardo el momento de estar contigo todo un día. Pasear, comer y cenar juntos, lejos de problemas y de los desafíos diarios. Solos tú y yo, ¿te parece bien?

–Sí, claro, pero… ¿Qué es lo que te preocupa Didier?

–Nada importante. Sólo quiero resolver este viaje, que quizás sea un tanto peligroso.

–¿Peligroso has dicho?

–No, no quería decir eso, sino… ¡delicado!

–Didier, ¿qué es lo que pasa? ¿no confías en mí?

–¡Claro que sí criatura!

–¿Entonces?

Didier hizo un silencio, mientras Sophie tiraba de su brazo cariñosamente.

Son cosas del trabajo, nada más –contestó.

El taxi paró, y tras bajarse, Didier acompañó al portal de la casa de Sophie. Una gran puerta de forja ornamental y acristalada daba paso al lujoso interior del mismo, donde el portero daba la bienvenida a ambos. Tras retirarse éste, Sophie se echó en brazos de Didier besándole en la mejilla. Didier, la abrazó fuertemente y a la vez en forma contenida. Tenía cierto miedo en hundirse en los éteres de su gracia y belleza. Sophie se retiró y con ojos húmedos le recordó que cuando regresara de ese viaje estarían todo el día juntos. Asintiendo éste con la cabeza mientras se retiraba para ir a su piso situado a unas manzanas de allí.

Didier, mientras llegaba a su hogar pensaba:

–Poderoso Dios ¿por qué pones esta adorable y joven criatura en mi camino? ¿Qué tengo que aprender de ella y qué puedo yo enseñarla?

 

En el despacho de abogados

Biblioteca Despacho Didier

La secretaria del despacho de Didier anunció la visita de tres personas del Gobierno Parisino.

–Buenos días, pasen ustedes –dijo Didier.

–Buenos días dijeron todos al unísono.

Seguido Didier pidió a su secretaria que los demás trabajadores del despacho se mantuvieran sin hacer excesivo ruido, y que no se abriera la puerta, tanto la de su despacho como la puerta principal, hasta que él finalizara.

–Gracias Monsieur Didier por la discreción. Tenemos dos coches vigilando la calle –dijo uno de ellos, mientras que el otro agente añadía: –Nos envía…

–¡No por favor, nada de nombres! Ya sé quién les envía y tengo referencias de cada uno de ustedes. Sé que quieren hacerse con un contrato de varios miles de botellas de champagne para que sean enviadas a Alemania cada año. Mi despacho buscará un contrato que les beneficie a ambos.

Luego con cierta socarronería añadió:

–No esperarán dejarnos sin champagne a los franceses ¡una cosa es la guerra! ¡pero otra bien distinta es no tener una copa de ese burbujeante líquido de oro que llevarse a la boca!

–Los agentes franceses se quedaron petrificados… el dirigente Alemán que era un General vestido de paisano, tras un breve silencio, se echó a reír, mientras se atusaba su largo bigote gris.

–¡Me gusta este hombre! –añadió en francés pero con un deje alemán mientras reía, risa que terminó por contagiar a todos.

–No colaboro con ustedes por la minuta sino porque me lo ha pedido un amigo al que respeto y… ¡por el champagne claro está!

–Jajaja, ¡me gusta este hombre! volvió a decir, como si no supiera más frases que pronunciar en francés.

Uno de los agentes hizo una señal al otro, y éste posó con cuidado un maletín negro sobre un tapete de piel verde, junto al plumero de oro y tinta china situados en la mesa de Didier. La abrieron y extrajeron tres carpetas, un sobre, y otro maletín más pequeño.

–Aquí tiene los contratos redactados por su amigo –dijo el alemán, para luego añadir:  –Ahora le pedimos que los verifique usted. Uno lo traerá con la firma y sello de la Bodega.

Didier lo miró con detenimiento.

–Está todo correcto. Me han presentado ustedes dos sobres y ¿el tercero de qué se trata?

–Éste no lo puede abrir. Se lo dará a la persona que detalla el sobre en la Jefatura de Lyon, no necesita saber nada más –dijo con gesto serio el alemán.

Seguido un agente le mostraba el sobre pequeño.

–Aquí tiene un salvo conducto para moverse por toda Francia, sin límite de horarios.

El otro agente abre el pequeño maletín.

–Tiene también permiso para llevar esta pistola y dos cargadores, procure ser discreto.

–¡Pero yo no he disparado nunca y ni sé hacerlo!

El alemán arrebató la pistola al agente y dijo con tono enérgico:

–¡Es fácil! Primero cargar pistola, luego bajar el seguro como bajar bragueta del pantalón, luego apuntar bien y disparar todo el cargador ¡¡¡como en un orgasmo!!! Jajaja, reía su gracia mientras todos callaban.

Didier, pasaba la mano por su frente como para borrar esa escena tan frívola y desagradable protagonizada por un alemán que seguramente escondía sucias historias en su mente.

–Despachos importantes como el suyo, banqueros y joyeros llevan permisos para portar esta arma francesa, la “Pistola 625” semi-automática, –dijo uno de los agentes.

–¿Francesa? –gritó el alemán–. ¡Querrá decir la excelente y bien calibrada pistola que nosotros hemos hecho en vuestros talleres -ahora de Alemania- a partir de vuestro Modéle 1935!

–Está claro que la industria alemana se posiciona como la mejor de Europa, y esto es bueno para todos, –dijo con firmeza Didier.

–Jajaja, ¡me gusta este hombre! –todos rieron.

–Se parece usted –añadía el General señalando con el dedo índice a Didier–, al cómico del cine mudo Max Linder, con su bigotito casi iguales, jajaja –luego añadió–: –Si se lo recortara un poco a cada lado del mismo se parecería a nuestro ¡Führer! –Y volvió a soltar carcajadas que se oían al otro lado de las paredes.

Luego se despidieron tras quedar en avisarse por teléfono cuando los contratos fueran firmados y el sobre entregado.

Max Linder era el nombre artístico de Maximilien G. Leuvielle. Era francés y había muerto en forma trágica en el año 1925, quizás a raíz de las secuelas dejadas por los gases asfixiantes que respiró cuando se alistó en el ejército de su país en la Primera Guerra Mundial. De aspecto distinguido fue el actor cómico de cine mudo mejor pagado de toda Francia. Marchó a EE.UU. en 1916 para hacer varias películas y enseguida volvió a París. No sin antes dejar una profunda huella en la persona que más tarde se la conocería como Charles Chaplin, quien manifestó ser discípulo suyo y al que llegó a copiarle sketch de sus películas y parte de su vestimenta.

Didier viajaría al sur de Francia. Primero a Lyon en la llamada zona libre, donde se encuentra el régimen colaboracionista de Vichy. Antes había quedado con Juliette, la médium, y le puso al corriente de que en su despacho se habían reunido con un dirigente alemán y dos agentes del servicio secreto francés. Debía llevar unos documentos para ser firmados en Lyon y una pistola para defenderse en caso de que intentaran robarle, dada por ellos. Le comentó también que pensaba llevar y vender el diamante que les quedaba, ya que tenía un contacto en Biarritz.

                                                                                       Continuará….

Diamante vendido

LA MUJER QUE ESCUPÍA DIAMANTES – VI (Género fantástico)

De nuevo reunidos en el Petit Hôtel París

Por RAI

Citroen con la cruz de Lorena

Citroen con la cruz de Lorena

Pasados unos días, Juliette, Didier y Sophie, se reunieron en el Petit Hôtel como cariñosamente lo llamaban –aunque ya no ejerciera como tal– para ver a los amigos René, Colette, Henri, y Armand el radiestesista.

–¡Por todas las corrientes telúricas de Francia! ¡Por fin os dejáis ver! –dijo Armand dirigiéndose a Didier–. Y ¿quién es la señorita que os acompaña?

–Soy Sophie, he oído hablar de vosotros. Solo conocía a Juliette y a Didier.

–Magnífico, te doy la bienvenida en nombre de todos los aquí presentes. ¡Hay mucho amor hoy aquí!… y ya se sabe:

Là où on s’aime, il ne fait jamais nuit (donde nos amamos nunca oscurece) –dijo en tono guasón Armand mientras miraba a Didier.

–Todos rieron.

–Ven, querida, –Colette le cogió de la mano y la sentó junto a la mesa.

–Se respira Paz en éste salón –añadió sonriente Sophie.

–Os he traído té oriental de Londres, –dijo Didier–. También le llevé a Jolie y Gérard de la casa de Nicolas Flamel que os dan saludos.

Didier, comenzó a sacar de una gran bolsa de viaje de cuero antiguo, varios paquetes de té bien apretados sin sus cajas comerciales para que no ocuparan espacio. También bolsas de caramelos y cacao en polvo, que en París ya no se podía adquirir y tan solo lo conseguían los obradores de las pastelerías de lujo.

–Esto es para los niños que acogéis en la casa, además de algunos pequeños detalles para todos vosotros –comentó Didier.

Y traerás muchas noticias –añadió René.

–¡Desde luego!

–¡Qué contentos se van a poner los niños! –comentó Colette.

–¡Toma, y yo! –exclamó Armand el radiestesista.

–Pero el cacao no es para ti –dijo cariñosamente Colette.

–Ya, pero el té sí –respondió Armand.

Y se echaron a reír de nuevo.

Tras hablar del desarrollo de la guerra y de los últimos acontecimientos de los que se hablaba en Londres, Didier continuó presentando un libro adquirido en la capital inglesa:

–El libro que os quería enseñar y que he encontrado en mi viaje es del escritor teósofo y gran aventurero, el Sr. Talbot Mundy. Se titula “Om. The Secret of Ahbor Valley”. Esta obra habla de un lugar desconocido en los Himalayas, más allá del reino misterioso de Sikkim. Se trata del país de los Ahbor, donde todo es sumamente extraño y sorprendente. Allí hay un lama que se llama Tsiang Sandup, que tiene habilidades sobrenaturales, y una gran sabiduría. La próxima vez que nos reunamos haremos lecturas de ello, especialmente Sophie, que habla muy bien inglés, y hoy vamos a escuchar lo que creo que nos tiene preparado Armand, y que como siempre será algo muy interesante. Pero antes, quiero daros unos apuntes:

Contra todos los grilletes creados por el hombre; además del Infierno ¡YO ME REBELO!

Talbot Mundy, 1914

   En el año 1923 Talbot Mundy era el invitado de la teósofa y orientalista Katherine A. W. Tingley en San Diego, California. Fue con ella que descubrió la existencia de valles secretos entre las montañas en los Himalayas, tanto por el lado de India como del Tíbet. En algunos de los monasterios budistas escondidos en las alturas de las nieves perpetuas, se hallaban monjes y budistas que cultivaban la Supramente y el conocimiento de la proyección astral. Las conversaciones esotéricas mantenidas entre ambos durante semanas, unido a la larga experiencia de Talbot en sus viajes de aventuras por India y África, completaron el desarrollo de su novela.

[En Egipto Talbot pasó una noche entera dentro de la Cámara del Rey en la Gran Pirámide. Años después, vivió en los apartamentos del Master Building en Nueva York, donde en sus primeras plantas se hallaba el Museo de Nicolás Roerich, siendo amigo de Natacha Rambova, Svetoslav Roerich y Manly Palme Hall. Un día conoció a Paul Brunton, que como él también pasó una noche entera dentro de la Gran Pirámide. El cúmulo de experiencias de todos ellos elevaba las reuniones y conversaciones a unos niveles tan altos como el propio rascacielos de Nueva York. Talbot llegó a escribir más de 50 libros de aventuras, siendo esta novela en particular la de mayor éxito. También escribió numerosos guiones para la radio y el cine.]

Clarividencia y Metapsíquica en el antiguo París

Clarividencia y Metapsíquica en el antiguo París

Didier finalizó diciendo:

–Luego Juliette os mostrará un pequeño experimento de magnetización para fortalecer nuestra psiquis.

–Sí, sí –acentuó Juliette–, después de las lecturas. Ahora vamos a tomar el té y a escuchar a Armand.

–¡Pardiez! –exclamó Armand el radiestesista–. Ya tenía ganas de contaros esto.

[Los encuentros de este grupo del Petit Hôtel París comienzan siempre intercambiando noticias a la vez que saborean un té. Luego se pasa a las lecturas o tertulias literarias, y a algún ejercicio de prácticas psíquicas, como averiguar el color contenido en tres sobres blancos, hacer ejercicios de telepatía con las llamadas Cartas Zener, en los que siempre ganaba por el mayor número de aciertos nuestra médium Juliette, o bien ver cómo se mueve el péndulo de acuerdo al fluido energético de cada uno, o incluso algún ejercicio de magnetización o de mediumnismo en el que Juliette era la maestra por su alto grado de clariaudiencia y clarividencia.]

Mientras Henri tocaba con la cucharita en el borde de una taza de té a modo de campanilla para llamar la atención de todos, su amigo Armand comenzó presentando su obra.

–Mirad –dijo–, esta obra es de León Joly, se titula “Radioteluria y Radiestesia frente a la ciencia”. Hace referencia a numerosos casos históricos relacionados con las varillas de los sourciers y zahoríes. Se trata en este caso de un documento histórico del año 1641, donde hace referencia a la detención de una mujer llamada Martine de Bertereau y su marido. Les fueron confiscadas 16 varillas de metal, varios libros, además de croquis y mapas. Todo ello lo hizo el que era el gobernador de Bretaña por aquel entonces. Sin duda, y a juzgar por sus éxitos, esta mujer fue la mejor zahorie de todos los tiempos. Con la autorización del Rey y del Cardenal Richelieu –continuó leyendo–, descubrieron más de 150 minas de oro, plata, cobre, cristal de roca, en los pirineos franceses. Minas de hierro, plata, plomo, en el Condado de Foix; de carbón en Languedoc; azufre en Alaïs; minas de turquesas en Samatan; minas de granate, rubí y ópalo en Pégouliou. Varias minas más en Bretaña y Normandía.

Levantó su cabeza del libro y añadió entusiasmado:

–¡Increíble! ¿verdad? Ella utilizaba siete varillas de metal diferentes según lo que se buscara. El matrimonio acumulaba una gran fortuna, y claro, les dejaron morir encerrados en las mazmorras de La Bastilla. Imaginad quién se quedó con toda esa fortuna bajo la acusación de que la varilla la movía el demonio. –Y se echó a reír.

–El propio demonio del Cardenal –dijo Henri.

–Desde luego –continuó Armand–. Unas décadas más tarde, otro padre jesuita declaró que la vara del zahorí se mueve por emanaciones naturales y declaraba públicamente que ningún método puede rivalizar con el de la varita para el descubrimiento de manantiales de agua o vetas de carbón y minerales.

–Interesante –dijo Henri.

–En 1693 se imprimió un volumen titulado “Física Oculta, tratado de la varilla adivinatoria”, de Abbé de Valmont, donde se menciona a partículas o corpúsculos que emergen de todos los cuerpos físicos e influyen en la varita y no el demonio, obteniendo así el estatus de un Don Natural. Así las cosas –continuó Armand afirmando con cierto ímpetu– quién sabe si el mundo no sería otro, si no se hubiera encarcelado y asesinado a tantos desafortunados zahoríes y alquimistas en el pasado.

–Sí, es una lástima –dijo Juliette.

Luego Armand continuó leyendo sobre el término empleado por el autor cuando se trabaja con el péndulo a la hora de localizar el foco de una infección o de una enfermedad. Él lo denominaba Bio-radiestesia, que es la auscultación del cuerpo humano por medios psíquicos (lo que más tarde se conoció en Francia como Radiestesia Médica).

Ahora le tocaba el turno a la médium Juliette. Hizo un silencio, como para despejar el ambiente de formas de pensamiento creadas con la lectura anterior, y pasó a hablar con su acostumbrada serena expresión en su rostro. El tema trataba sobre la costumbre en el Antiguo Egipto de magnetizar tanto los alimentos, como a las estatuas de los altares, y a las personas enfermas que necesitaban de una carga extra de vitalidad.

–En aquellos tiempos –dijo–, había una escuela llamada los “Puros de Sekhmet” que practicaban una magia magnética medicinal y curativa.

Tras hablar de ello propuso que se trajera un vaso y se llenara de agua hasta el borde. Después pidió una pequeña aguja de coser y un tenedor. Cogiendo la aguja con éste y con suavidad depositó la aguja encima del agua sin que ésta se hunda, dejando que flotara por sí misma. Cuando la aguja se hunde hay que volverla a secar bien para de nuevo depositarla encima del agua con mucho cuidado. También se puede depositar sobre una pluma de pájaro o una bolita de algodón para ayudarla a que flote. Una vez que está flotando en el vaso, la aguja tiende a moverse en dirección del norte magnético, aunque no siempre, dependiendo de los objetos metálicos que haya a su alrededor. Cuando la aguja se quedó quieta, se pidió a uno de sus compañeros que respirara profundamente durante uno o dos minutos, siempre por las fosas nasales, tanto la inhalación como la exhalación. Al mismo tiempo tenía que visualizar que sus manos se convertían en dos soles de luz magnética. Tras este pequeño ejercicio visual, tenía que aproximar ambas manos al vaso suavemente y sin tocarlo, con el propósito de que la aguja que está flotando sobre el agua se mueva en una dirección o en otra. Para ello sólo tenía que visualizar bien la intención de que un fluido sale de las palmas de las manos y mueve la aguja. Así lo intentaron cada uno de ellos y ninguno consiguió que la aguja se moviera hacia ningún lado, ni a la izquierda ni a la derecha.

–Mira que me lo imagino bien –dijo Sophie–. Pues nada, no lo consigo.

–¡Por las corrientes telúricas del alineamiento de las piedras de Carnac! ¡Verás como yo sí lo consigo! –aproximó las manos Armand y la aguja se movió un poquito al principio, y todos rieron diciendo:

–Has sido tú que has soplado, dijo Sophie.

–Pero, ¡si tenía la boca cerrada!

–Sí, pero por la nariz.

–Nooo. Seamos serios. Ha sido una corriente psíquica mía.

–Sí, o de la ventana –dijeron otros riendo.

–¡Pero si aquí no hay ventanas! Hala, lo dejo –concluyó Armand–. Que pase el siguiente.

Entonces Juliette, la médium, llevó las manos lentamente al vaso y la aguja automáticamente empezó a moverse. Si movía las manos en una dirección la aguja le seguía y si movía en otra, también. Finalmente se movía tanto que terminó por hundirse en el fondo del vaso. No había ningún truco por medio.

–Tienes la fuerza de los dólmenes y menhires de Carnac –le dijo Armand–. Es increíble la corriente energética que sale de tus manos.

–No os preocupéis –dijo ella–. Con un poco de práctica vosotros también lo conseguiréis. Se trata solo de magnetismo. Esto me lo enseñó un martinista, un discípulo de nuestro gran Maestro Philippe de Lyon. Os sugiero que lo probéis en casa y lo hagáis todos los días durante un ratito tras hacer las respiraciones profundas. Pronto saldrá un fluido magnético de vuestras manos que podréis aplicar a aquellas personas que tengan migrañas, dolores de cabeza, dolores reumáticos, y con ello les aliviaréis, algo muy necesario en esta época en la que es tan difícil conseguir medicinas. Pero recordad una cosa: Enseñad a que la gente se quite sus cargas de encima, pero no para que las cojáis vosotros. Es muy importante esta diferencia. Mantened siempre un corazón templado y compasivo, ante cualquier circunstancia desagradable o injusta que os podáis encontrar. No os llevéis a casa los dolores y las cargas de los demás. Permaneced siempre neutrales en el amor al Maestro.

Después de este ejercicio, pasaron a una meditación visual, cuando en ese momento alguien se percató de que en la esquina más oscura de la habitación había una figura observándolos. Vestida de negro, con una cruz gamada a la altura del cuello, la entidad fantasmal intentaba ver, un tanto confundida y con semblante de acero y ojos vidriosos desde el rincón en penumbra.

–¡Maldita sea! Un cuerpo astral nos observa –dijo Colette a la vez que hizo unos signos en el aire y pronunció unas ininteligibles palabras. La figura desapareció en ese mismo momento. Nadie se había percatado de la figura espectral, salvo Juliette, que le hizo una señal con la cabeza a Colette.

–Menudo susto –dijo Colette, mientras los demás no habían visto nada y se quedaron silenciosos.

La Cruz de Lorena

La Cruz de Lorena

En ese momento aprovechó Armand para preguntar a su péndulo y después de un rato comentó:

–La aparición ha sido real. Son alemanes entrenados en proyección astral y en visión remota. Han intentado cazarnos, pero no han visto ni oído nada. La protección de este lugar lo ha perturbado, y por ello estamos todos a salvo.

Juliette, estaba en silencio desde hacía un rato.

–No os preocupéis –dijo–, ya he establecido mentalmente un perímetro de luz desde esta habitación de la Paz hasta llegar a los jardines cubriendo así todo el hotel. Vamos a hacer la visualización conjunta para dinamizar el símbolo de la Cruz de Lorena y de esta manera cargarla de protección y luz para los soldados y para la resistencia francesa. ¡Por la Cruz de Lorena!

–¡Por la Cruz de Lorena! –corearon todos.

Continuará…

La reunión va finalizando en el Petit Hôtel de París

LA MUJER QUE ESCUPÍA DIAMANTES – V (Género fantástico)

Prosigue la velada de nuestros amigos hasta el amanecer / Mujeres occidentales extraordinarias y poco conocidas

Por RAI

Opresión y ataque a la Paz

Ataque a la Cultura filosófica y espiritual

Prosigue la velada de nuestros amigos hasta el amanecer

En un momento de descanso de la velada musical, Juliette miraba divertida las cosas que le decía Sophie a Didier.

-Antes de que el taxi me deje en casa iremos a la pastelería de Ladurée de los Campos-Elíseos -comentó Sophie-. Espero que tenga pan y los pasteles de frambuesas que tanto me gustan, eso si no se lo han llevado todo los invasores -añadió con desdén.

-Bueno, acabarán llevándose hasta la Torre Eiffel si se lo proponen -contestó Didier.

Juliette llamó la atención del grupo -enfrascados en sus propias conversaciones- ya que Didier tenía que comentar algo.

-Como sabéis he regresado de Londres. Pronto tendré que volver a viajar. Mi bufete tiene mucho trabajo redactando numerosos contratos comerciales, y he aprovechado el viaje para enterarme de muchas cosas <<hizo una pequeña pausa para enderezarse en el sofá>>. Hay estrategias diabólicas por parte de los alemanes. Sabéis que por cada soldado alemán que muere en una emboscada, ellos escogen a diez personas al azar y los fusilan allí mismo para que todo el mundo lo vea -Sophie lo sabe bien ya que perdió así a un familiar. El terror que infunden en la población hace que la resistencia y los voluntarios venidos de otros países se replanteen la forma de luchar contra ellos. Aún no están bien dirigidos. Los alemanes, además de buscar el poder económico-político y territorial, quieren ejercer un control mental a toda la población. Están muy bien preparados. Su mejor arma es la propaganda y la manipulación.

-¿Cómo es eso? -dijo Jolie, la dueña de la casa.

-Sacaron una Ley en la que prohíben totalmente la actividad de Hermandades y Asociaciones Ocultas. La Masonería, el Martinismo, la Teosofía, los Rosacruces y todas las demás Órdenes herméticas serán cerradas y si es preciso encarcelados sus dirigentes ¿comprendéis?

-¡Ellos sí que son una Orden Diabólica! -dijo Gérard indignado, para añadir-. Éste es un país libre de gran tradición cultural filosófica y espiritual.

-Ya no -dijo Didier. Luego mirando a Juliette añadió-. Hay que avisar a nuestros amigos del Petit Hôtel, para que escondan todos los libros de las diversas religiones y corrientes espirituales, así como de todo símbolo que haga referencia a escuelas de pensamiento universal. Vamos a pasar muchas penurias a partir de ahora.

-Yo estoy leyendo los libros “Viaje de una parisina a Lhasa” y “Místicos y magos del Tíbet” de Alexandra David-Néel. Es una escritora, exploradora y aventurera única para mí, y no pienso deshacerme de ellos -dijo Sophie, con semblante de niña enfadada.

-Esos libros no son de ocultismo -la ciencia de los antepasados hombres sabios-, son de aventuras, pero hay que tener cuidado, lo vigilan todo, y la guerra cada vez se pone peor -añadió Didier, para luego continuar diciendo con cierta vehemencia-. La guerra es algo impresentable. Los que la provocan irónicamente son los mismos que luego piden la paz. ¡Es un absurdo! Madre -Mirra Alfassa- decía:

Hitler, guiado por “El Señor de la Mentira” quiere gobernar el mundo entero, pero una luz más poderosa que la que le guía a él acabará con su éxito. Madre, unas décadas antes, había vivido los horrores de la Primera Guerra Mundial. Veía cómo llegaban los trenes a París abarrotados de soldados heridos y mutilados. En 1912, dos años antes de iniciarse la guerra ella había fundado un grupo de Estudios Orientales de 12 miembros llamado “El Cósmos” (Cosmique). Distribuían y hacían lecturas de traducciones de las Escrituras sagradas de India, como el Bhagavad Gita, Los Yogas Sutras de Patañjali, y los Upanishads, entre otros. Las lecturas se hacían en voz alta. Y ¿sabéis una cosa? Madame Alexandra David-Néel fue una de sus miembros. ¿No os parece increíble?

-¡La gloria rodea y une a los que son puros de corazón! -dijo –Jolie.

Todos escuchaban con deleite y atención. Ocasionalmente se oía las tazas de té golpear los platitos de flores y bordes dorados que las sostenían al posarlas sobre la mesa.

Didier tomó de nuevo la palabra:

-Conocí en Londres a George Chklaver, Doctor en Derecho Internacional y Ciencias Políticas de la Universidad de París. Tuvo que exiliarse. Él fue uno de los principales colaboradores que ayudó al artista Nicolás Roerich a preparar el camino para presentar la Bandera de la Paz y de la Cultura (EL PACTO ROERICH) a los Organismos de Derecho Internacional, para la protección de los tesoros de la cultura en todo el mundo. Bajo la premisa: “La Cultura se apoya en la Belleza y en el Conocimiento” y tras varios cónclaves finalmente se aprobó en Washington, EE.UU. en el año 1935 con el apoyo de grandes figuras internacionales. Pues bien, su centro Roerich aquí en París ha sido cerrado, y le han intervenido 7 pinturas de Svetoslav y Nicolás Roerich. Y todo ello con artimañas legales reguladas a favor de los nazis. Las pinturas habían sido obsequiadas por la familia Roerich al grupo de Chklaver.

Didier tomo un sorbo de su taza de té, y continuó:

-Me dijo que todas las Hermandades Espirituales y la Sociedad de Amigos del Museo Roerich en Letonia (URSS) habían sido cerradas.

– <<J´en peux plus!>> (No puedo más)… ¡¡¡París dañado, París castigado!!! Si estuviera aquí Flamel o Paracelso los llevaría a todos a la tumba -respondió de nuevo Gérard mientras acariciaba la superficie de su piano.

-El tiempo y la muerte lo finaliza todo, pero dentro de cien años ¡volverán a salir de su sepulcro! -dijo con cierto misterio Juliette. No, no me miréis así. En el ser humano hay un ángel y un demonio, depende de a quién se le dé de comer, así serán las consecuencias más tarde, luego -respiró un poco más profundamente y añadió-. El Señor de la Mentira, campeó por la Tierra en siglos anteriores, lo hace ahora de forma infame, y también lo hará dentro de un siglo aproximadamente, disfrazado de otra manera. La pregunta que hay que hacerse es: ¿El ser humano debe seguir viviendo la vida en este planeta o debe desaparecer de la faz de la Tierra?

Todos se quedaron mudos.

-Mirad -dijo Juliette-, La Gran Fraternidad de la Luz Divina nos dio esta Tierra para volverla bella y sagrada. Es un jardín con sus leyes naturales, y con su propia evolución. Pero el hombre se ha convertido en un depredador para sí mismo. Todo lo que toca lo daña y enferma. Se cree el soberano sobre todo lo que conquista cuando aquí solo estamos de prestado. Ahora emplean los Zeppelin para espiarnos, luego usarán nuevas tecnologías para hacerlo. El caso es amordazar, inmovilizar, incomunicar y evitar que la población se relacione unos con otros en la paz y en la armonía. Pero os digo una cosa, si Dios encuentra aquí los vértices donde anclar el poder de las Fuerzas de la Luz, la Victoria será un hecho y el Señor de la Mentira se disolverá en los infiernos de donde surgió. Se restablecerá el orden verdadero y la civilización volverá a escribir sus odas a la Libertad y a la Belleza.

-¡Ah! ?exclamó -Jolie-. ¡Eso sí es ver la vida con esperanza!

-¡Brindemos por ello! -dijo Gérard mientras levantaban sus tazas de té negro de Darjeeling.

VIVIRÁS PARA VER LOS HORRORES COMETIDOS

POR LOS HOMBRES MÁS ALLÁ DE TU COMPRENSIÓN

Nikola Tesla

[Se dice que en la guerra todo vale. La mentira, la falsa propaganda, la prestidigitación a la hora de engañar al enemigo. Lo terrible es cuando además de hacer prisioneros, lo que se hacía era experimentar con ellos, torturarlos hasta lo indecible, donde médicos carniceros probaban sus nuevas técnicas en pro de la evolución de la ciencia y de la cirugía, cebándose con los parias sociales y los prisioneros judíos. Estas víctimas fueron llamadas los “juguetes de la guerra”, debido a todo lo que se hizo con ellos, algo que es innombrable. Si la Primera gran Guerra Mundial fue una guerra biológica, la Segunda era una guerra tecnológica. Y lo peor de todo es que una Tercera Guerra Mundial sería una combinación de ambas.

Por eso se hizo necesaria la creación unánime y universal del Código de Nuremberg (Código Internacional de Ética para la investigación con seres humanos del 19 de agosto de 1947). Para evitar en el futuro que la Bestia de la Gran Mentira se levante de nuevo y convierta a todos los seres humanos en esclavos, bajo el pretexto de apestada contaminación social (o en un lenguaje nuevo: sobran los ancianos y enfermos), como decía Hitler, se creó dicho Manifiesto o Ensayo. En él se llega a la firme determinación de que bajo ningún pretexto jamás la población de ningún país será forzada a la experimentación médica. Nada de gasear, inocular u obligar a tomar químicos, y mucho menos experimentar con ella con el pretexto de una Emergencia Médica. Nada de usar perversos sistemas de destrucción de la conciencia. En materia de salud pública una Nueva Bioética se establece a nivel mundial bajo el precepto hipocrático primun non nocere. Lo primero no hacer daño.

Ese todo vale en la guerra llevó a que psicópatas asesinos crearan todo tipo de elementos destructivos. Sistemas para envenenar las aguas, el ambiente con gases, la tierra donde comían los animales con ántrax o pulgas infectadas. Armas siniestras y perversas de apariencia inofensiva pero diabólicas en su concepción. Si esto se hacía en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial ¿qué no serán capaces de hacer en el futuro? Las mentes perversas no descansan…Y por ello la población debe estar alerta para evitar ser anestesiada con pan y circo. El Homo-económicus, busca ovejas que no distingan cuándo se las esquila de cuándo se las castiga. El Homo-éthicus las libera.]

La velada finalizó y las horas pasaron más rápidas de lo deseado. Algo que siempre ocurre cuando las reuniones son para tratar temas interesantes afines a la luz del grupo, y éste al igual que el del Petit Hôtel tenían buena estrella. Se entiende por tener buena estrella al hecho de ser hombres y mujeres que saben elevarse por encima de ellos mismos y actúan en favor de un Ética Viva, Homo-éthicus.

Libros de Orfila y Sassi

Libros de Orfila y Sassi

Mujeres occidentales extraordinarias y poco conocidas

   Juliette, la médium, es una mujer nada corriente. Sus habilidades psíquicas de clariaudiencia y clarividencia denotan una percepción extrasensorial muy especial. Si admitimos la existencia de los Seres de Luz es lógico pensar que puedan existir también personas que intercedan entre ese nivel espiritual y el plano físico. La Biblia Sagrada está llena de ejemplos… Oír la voz de Dios, por ejemplo, o ver a un ángel guía. Ello involucra el despertar del tercer ojo y el desarrollo de la glándula pituitaria en conexión también con áreas sensibles del cerebro y de la anatomía sutil.

En un grado inferior podemos tener percepciones diversas como un cosquilleo en un momento dado, una sensación clara, un nudo en el estómago, un escalofrío en la piel, un cambio de presión o de temperatura en el ambiente. A veces el olfato se agudiza, de tal manera que olemos a rosas, a diversas flores, o a incienso, sin que éstos estén realmente presentes y nos traen el recuerdo de un familiar fallecido o de una situación o lugar en el pasado.

Sensaciones y emociones muy especiales suelen ser señales de un “contacto psíquico real”. Esto suele ocurrir a muchos discípulos de buenos Maestros de los Yogas superiores en Oriente.

Desconocidas son mujeres como Juliette (médium), Alfassa (la Madre), Alexandra David-Néel (escritora y viajera), Katherine Augusta W. Tingley (teósofa y orientalista), Martine de Bertereau (zahoríe), Winifred Kimball gran teósofa y madre de Natacha Rambova.

Natacha se llamaba al nacer Winifred Shaughnessy, fue coreógrafa, diseñadora de vestuario, guionista, estudió Raja Yoga, practicó e investigó en lo que ella llamó la Astrología Psicológica, y en la última etapa de su vida fue Egiptóloga. Una Egiptóloga tan aplicada y metódica como un arqueólogo universitario. Siempre soñó con tener su propio y particular museo dada la gran colección que tenía de artefactos del Antiguo Egipto, Nepal, Tíbet, e India. Sueño que no pudo conseguir debido a que cayó enferma. Todas estas mujeres notables, al trabajar en otro nivel de conciencia resultaron invisibles para la sociedad.

Las gestas de grandes mujeres visionarias, por su formación interior y calibre espiritual, y por estar más adelantadas a su tiempo, no se mencionan en ninguna parte, pero todas ellas están inscritas en el libro de oro de los archivos secretos de los Ashramas de los Maestros del Himalaya.

En otro orden de vivencias, hay que decir que grandes museos y galerías contemporáneas de principios del siglo XIX en Nueva York fueron creados y propiciados por mujeres.

Durante la ocupación de Francia fueron muchas las mujeres que participaron en la resistencia, sobre todo como mensajeras y espías. Ellas creían en el futuro y no se conformaban con ver, oír y callar. Lo bello y lo hermoso a veces se volvía algo tenebroso cuando se trataba de defender la vida y a los propios familiares y amigos. Muchas mujeres de todos los estratos sociales escondieron a familias judías poniendo en peligro sus vidas. La historia también ha olvidado a muchas mujeres guerreras de la Segunda Guerra Mundial que se contabilizaron en cientos de miles de jóvenes que se alistaron en los diferentes ejércitos. Mujeres combatientes que llegaron a ser novecientas mil alistadas en el ejército rojo, por ejemplo. Ya fueran francotiradoras, aviadoras, tanquistas, informantes, partisanas judías, o agentes secretos de los diferentes ejércitos aliados, se dejaron todas la vida por la victoria y el fin del terror nazi. Y ya no hablemos de las enfermeras, madres, trabajadoras y obreras en la retaguardia.

Nunca se entenderá que una mujer o un hombre tenga que matar a otra muchacha o muchacho en el nombre de la patria.

Heroico para unos y triste para otros es el ejemplo de la francotiradora Lyudmila Pavlichenko. Para cuando fue retirada del frente herida en el verano de 1942, ya contabilizaba alrededor de 300 muertes enemigas, superando con mucho al famoso militar y francotirador soviético Vasili G. Záitsev. ¿Verdad o leyenda? En cualquier caso estos hitos de agua de rosas o de vinagre están condenados a la nada.

 

Elisabeth Warnon

Quiero destacar aquí cómo en Bélgica una mujer menuda, pero de gran corazón, salvó a docenas de pilotos heridos que tras arrojarse en paracaídas -derribados sus aviones- caían en suelo belga, ocupado por el Tercer Reich. Los escondía y luego los llevaba por rutas secretas a las fronteras, tanto de Francia como de Suiza. Ella se llamaba Elisabeth Warnon. Tras caer prisionera pasó 27 meses en los campos de concentración nazis (algo que también sucedió con Enrique Fernández Orfila, teósofo y republicano que fue deportado a un campo de concentración desde España al sur de Francia, hasta que luego liberado marchó a la India, tal y como relata en su libro “El Maestro. La Esencia más allá de las nubes de la mente” -su diario oculto-).

En el caso de Elisabeth, fue la Cruz Roja Internacional la que le salvó en el último momento de su vida. Luego recibiría condecoraciones y distinciones honoríficas, como la inglesa de la Reina Victoria, la DCM (Medalla de Conducta Distinguida) a su extraordinaria labor. Y otro tanto por parte de los belgas como de los franceses y americanos (ver fotografía).

Segunda Guerra Mundial. Elisabeth Warnon

Desolada y triste por la guerra vivida y por los horrores que había sufrido, un día escuchó una conferencia teosófica y encontró las respuestas a las preguntas que se hacía. Se hizo teósofa y colaboró en conferencias y seminarios. Más tarde conocería al Sr. Albert Sassi, profesor de Derecho Laboral en la Universidad de Ginebra, y gran teósofo en Suiza. Se hicieron compañeros de por vida. Un tiempo después, Albert Sassi le propuso viajar juntos a la sede de la Sociedad Teosófica en Adyar, en Madrás, India. Emprendieron el viaje y estuvieron varios meses trabajando y estudiando en la sede. Unos meses más tarde convinieron juntos retirarse a vivir a las montañas azules de los Nilguiris, distrito de Tamil Nadu en el sur de la India. Buscaban el silencio que les permitiera ahondar aún más en las enseñanzas espirituales de los Mahatmas. Allí crearon el Jardín del Maestro (Master Garden). Bajo una rigurosa disciplina espiritual de estudio y meditación en diferentes sistemas iniciáticos, como el Martinismo, el Raja Yoga y la Astrología Esotérica, obtuvieron lo que tanto anhelaban: ¡La conexión con el Maestro! (Ver el libro “Cartas desde la India” de Albert Sassi).

Elisabeth escribió varios libros con la bendición de su Maestro, y tiempo después, tras el fallecimiento de su compañero Albert, ella creó la Orden de la Madre del Mundo, donde se recalcan los aspectos femeninos de la manifestación divina. Un concepto superior a lo que hoy se entiende por feminismo. Actualmente, sigue creciendo la Orden como un centro de luz que disipa tanto espejismo social en todo el mundo.

Continuará…

De nuevo reunidos en el Petit Hôtel París

 

 

 

 

LA MUJER QUE ESCUPÍA DIAMANTES – IV (Género fantástico)

Desaparecen genios de la moda, la literatura y el arte / El espíritu revolucionario de un yogui, y el poder Supramental de La Madre, Mirra Alfassa

Por RAI

Desaparecen genios de la moda, la literatura y el arte

A pesar de la ocupación alemana la vida en la ciudad de París parecía casi normal, de no ser por la presencia de los numerosos vehículos y camiones llenos de soldados nazis que circulaban por la ciudad con el beneplácito del régimen antisemita y de extrema derecha de Vichy. Un estado títere dirigido por las fuerzas de ocupación del tercer Reich.

Había ambiente en las cafeterías, cines, teatros y cabarets. Los alemanes tenían órdenes estrictas de ser corteses con los franceses (sólo al principio) y en una extraña simbiosis crearon subvenciones para fomentar el teatro y la cultura en la ciudad de las luces. Aún así, se evitaba frecuentar los lugares donde estos tenían sus fiestas, generalmente en lugares populares o en sitios de lujo como el Hotel Ritz (Centro de Operaciones de las fuerzas alemanas). Por otro lado, era habitual que si no se cedía a sus pretensiones te acusaban de cómplice de la Resistencia, y había que evitarlo.

Muchos artistas se quedaron en París y tuvieron que lidiar con los alemanes. Unos a regañadientes como Edith Piaf, otros –al parecer– con sumo grado, como Coco Chanel, Maurice Chevalier, Jean M. Cocteau, Louis-Ferdinand Céline, André Derain, Maurice Vlaminck… quizás había que adaptarse al cambio, y caminar con el enemigo para poder simplemente… ¡vivir!

Pablo Picasso se pasó la guerra confinado en su estudio de París donde fue visitado por oficiales nazis. Otros se mantuvieron en la clandestinidad, y los que pudieron se marcharon a Nueva York.

Aun así, la vida continuaba, pero cada vez con más tensión.

   Nuestros amigos, Didier, Juliette y una antigua amiga, Sophie, cuyo nombre significa “sensibilidad e intuición”, cogían un taxi para ir a ver a unos amigos en la casa más antigua de la ciudad situada en el 51 de la calle Montmorency.

Se bajaron en la Rue del Temple, que estaba al lado, ya que la calle era de dirección prohibida. Las farolas de luz –sujetas a las fachadas– se encendían anunciando la llegada de la noche.

Didier vestía con un traje azul oscuro de doble botonera al igual que el chaleco, una corbata negra con topos o lunares blancos sobre una camisa de un azul claro, y zapatos Oxford de dos tonos.

Didier reía a la vez que se sujetaba el sombrero ante las ocurrencias de sus dos amigas. Ambas le cogían cada una de un brazo y lo zarandeaban delicadamente intentándole sacar un sí ante la propuesta de un viaje a la Provenza. En el Sureste de Francia apenas se veían a los soldados nazis, y tampoco patrullaban las calles como sí lo hacían en París.

Juliette llevaba su abrigo favorito de lana color vino, cubriendo un discreto traje de rayas con hombreras, entallado en la cintura y con falda tipo tubo hasta la mitad de la pantorrilla. Los zapatos de tacón alto, bolso y un sombrero ladeado en la cabeza completaban su atuendo para una velada nocturna.

Sophie, diez años más joven que Didier, y quince que Juliette, mostraba un cuerpo delgado y grácil. Llevaba un vestido de satén ajustado en la cintura y con dobladillos que llegaban casi hasta el suelo. Su espalda quedaba al aire. El cabello liso hasta la nuca caía luego formando grandes bucles de un rubio rosado sobre sus hombros y espalda desnuda. El vestido de un color cobrizo-naranja con un cinturón, zapatos y bolso a juego, iba cubierto por un abrigo de lana color ámbar que dejaba caer de un hombro en forma graciosa.

Sophie no era una chica frívola, leía muchos libros y hablaba correctamente el idioma inglés. Su belleza natural no despertaba una mueca glacial, sino todo lo contrario. Tierna, cariñosa, y algo retraída –sobre todo con sus sentimientos– le daban un toque de delicada dulzura. Una dulzura que desaparecía cuando veía algo injusto, ya que no soportaba la maldad.

Tras caminar un rato, y al dar la vuelta a la esquina para enfilar la calle Montmorency, se detuvieron. Al fondo de la estrecha calle un vehículo negro con dos banderas, la nazi y la francesa, iba rodando muy despacio. Las ventanas debían de estar bajadas a juzgar por las armas que sobresalían de ellas. Y lo que es peor, no había más gente en la calle.

Juliette dijo: –no os preocupéis, yo me adelanto.

Sophie <<empezó a temblar>>. Didier, al ver que todo su cuerpo flaqueaba, la apoyó en la pared bajo la farola de luz. Su tez estaba blanca. Entonces, Didier la abrazó. Tocó su cabello ondulado entrelazando sus dedos en él, mientras que la otra mano la apoyó en la cintura.

Ella lo abrazó con fuerza mientras su respiración buscaba calmarse. Pronto la fragancia delicada de su perfume de Helena Rubinstein envolvía ahora a los dos.

Sophie admiraba a Didier y no lo ocultaba, pero nunca había estado tan cerca de él como en ese momento. Sentía tanto temor que quería ocultarlo apoyándose en el pecho de él.

Mientras tanto Juliette ya estaba a la altura del coche alemán. Ella saludó cordialmente. El chófer francés hizo lo mismo, bajo la atenta mirada de un alto cargo alemán y los dos escoltas sentados en la parte de atrás, separados ambos por una caja de madera llena de botellas de vino.

El alemán preguntó a través del chófer si los que se quedaron atrás eran sus acompañantes.

–Sí, sí, contestó Juliette.

–¿Qué hacen parados?

–C´est l´amour!

El alemán hizo el gesto de continuar la marcha, a la vez que el chófer se despedía de Juliette.

Didier y Sophie, seguían abrazados mientras sus mejillas se tocaban. Poco a poco los labios de Sophie, delicados como pétalos de rosa, y tembloroso su carnoso labio inferior –el cual denotaba una oculta sensualidad– se desplazaron hasta la barbilla de Didier acariciándola. Luego, olvidando los escalofríos vividos, sus bocas se iban a encontrar, el aliento de ambos se volvía uno, y cuando sus labios comenzaban a rozarse, el ruido de una frenada de coche les detuvo.

Una voz germana salió del vehículo:

–¡Franceses! –Voz que sonó como a ¡libertinos! Y seguido aceleraron hasta dar la vuelta a la esquina.

Sophie les contestó: –L’insolent «fait la nique»! (¡El insolente «hace la mierda»!).

Didier hizo amago de taparle la boca, y entonces se echaron a reír. Las mejillas de Sophie ya estaban sonrojadas otra vez y más animada también, ¿por qué será?

Cuando ya estaban a la altura de Juliette, ésta les dijo:

–¡Pero bueno criaturas! ¿Estáis bien?

–Sí, sí, –contestaron los dos a la vez mientras sonrían sin parar.

Tocaron la puerta y les abrió Jolie, que significa “Alegría y Belleza” y su marido Gérard “El guardián valiente”, ambos viejos amigos de Juliette.

   Tras presentarse, pasaron a enseñarles la casa, no en vano fue el famoso albergue del alquimista Nicolás Flamel. Las vigas, techos y escaleras de madera daban una sensación de calor entrañable y hogareño. Didier y Sophie conocían este lugar pero nunca habían estado dentro. Pronto se acomodaron alrededor de una gran mesa de madera. Didier sacó una bolsa de té de su viaje a Inglaterra.

–Este té nos mantendrá despiertos toda la noche –dijo Didier.

–Y este champagne también –dijo Gérard, mostrando una botella en cada mano.

Jolie trajo una bandeja con porciones de un excelente foie gras hecho por un familiar suyo, además de unas hogazas de pan rural que cada vez era más difícil de conseguir.

   Tras el pequeño ágape, se sentaron en una sala donde cómodos sofás acogían a los invitados. Un pequeño piano y varias mesitas con revistas, diarios y fotos, además del dibujo de Nicolás Flamel orando, adornaban el lugar. El toque de queda era a las 10 de la noche y por ello era costumbre quedarse hasta el amanecer que era cuando se reanudaba la actividad de la ciudad.

Se hablaba de los nuevos acontecimientos, de los amigos desaparecidos o huidos de la guerra, del miedo de los ingleses al ataque de las bombas aéreas alemanas, y de los acontecimientos violentos en los países vecinos. Comentaban el frenético y extraño interés alemán en crear numerosas rutas de vías de tren por toda Francia. Más de 15.000 vías se contabilizaron al finalizar la guerra.

Más tarde se supo que además de trasladar soldados, armamento, y víveres, los vagones para el ganado servían para expoliar todo tipo de obras de arte. Y lo que es peor, detrás de todo ello había un plan algo más siniestro: la deportación oculta de judíos, poetas, homosexuales, prisioneros y lo que la Gestapo consideraba despojos sociales, es decir, gitanos, tullidos y enfermos mentales. Algo sin duda siniestro. Una indecente tragedia humana.

Nuestros amigos cuidaban las palabras en sus tertulias y se centraban más que en lamentar, en intentar ver o reconocer los próximos movimientos del enemigo. No, no eran espías, ni nada por el estilo, sino simplemente ojeadores invisibles de las energías en juego.

La velada transcurría con dulces, té, charlas sobre libros, y con recitales de piano que Gérard tocaba con gracia y soltura.

Mientras tanto en Pondicherry, India. El yogui Sri Aurobindo explicaba a los más ancianos la necesidad de ayudar a los ingleses en su guerra abierta contra la Alemania nazi.

El espíritu revolucionario de un yogui, y el poder Supramental de La Madre, Mirra Alfassa

     Sri Aurobindo, revolucionario, pensador, poeta y yogui, conocía muy bien las revoluciones de Europa y América. Declaraba, junto a La Madre, estar a favor de los aliados de la guerra contra Alemania. Consideraba la defensa personal y la nacional como legítimas, para luego añadir:

     “Yo no soy ni un moralista impotente ni un pacifista débil”. Y añadía: “El hombre no puede avanzar en la vida sin defender los principios morales que dan sentido a nuestra existencia física, mental y espiritual”. Esta actitud de Sri Aurobindo de defender a Inglaterra era algo que no podía ser comprendido cuando la India era aún dominada por esta potencia colonizadora. Sri Aurobindo, decía: “Si la Alemania nazi gana a Inglaterra ¡pronto llegarán a nuestras fronteras y se hará con toda la India! ¿Acaso vais a defenderos solo con la fuerza del alma? ¡Mientras alcanzáis ese grado de eficacia la maldad demoniaca de esos hombres os aplastarán, violarán, asesinarán e incendiarán como hoy ya lo estamos viendo! Y lo harán de forma cómoda y sin estorbo alguno. No basta con tener las manos limpias y el alma inmaculada, para que esa maldad desaparezca del mundo. Recordad, la inercia a rehusar los medios de resistencia al mal, hace mucho más daño que el principio dinámico de la lucha”.

Una vez más el ojo del yogui tiene la cualidad de proyectarse sobre el futuro y ver lo esencial en un momento dado.

La pregunta ahora es: ¿estaremos preparados los estudiantes espirituales en el futuro, ante horrores semejantes, para responder a la tiranía?

Mientras tanto, Madre, practicaba poderosas técnicas de yoga para traer el Mundo de lo Supramental a la Tierra. No buscaba la iluminación, no la necesitaba, no actuaba para sí misma. Ella recibió la plena y constante Unión con la Presencia Divina a la edad de 20 años.

Trabajaba para atraer a nuestro mundo, un Nuevo Plano de Existencia Superior y de Conciencia.

Madre, nació en París, la ciudad de los grandes impresionistas, fuente cultural de artistas siempre a la vanguardia de los grandes acontecimientos. De padre judío-turco y de madre judía-egipcia, eran una familia de clase media-alta.

Interesada en el arte, el tenis, la música y el canto, a la edad de 14 años se había leído casi la totalidad de los libros de la biblioteca de su padre.

Viajó y conoció mundo. Ahora en India, su presencia y su elevada realización interior atraían a muchos buscadores.

Ella y Sri Aurobindo crearon escuelas de yoga para niños para que se eduquen en la flor espiritual y en la ética, y sean grandes seres en el futuro.

Madre, cuando se retiraba a su habitación, meditaba o dormía, solía salir conscientemente fuera de su cuerpo físico y se trasladaba astralmente a París. Este hecho le suponía un gran trabajo ya que en esa dimensión su conciencia se podía extender como un hermoso manto de seda de luz, y cubrir la ciudad entera para protegerla. Con ello generaba fenómenos psíquicos de nieblas repentinas que impedían que la ciudad fuera atacada. Los ingleses en el intento de dañar las infraestructuras alemanas acostumbraban a bombardear sin piedad las ciudades, consiguiendo tan solo que hubiera más víctimas entre la población civil que entre el enemigo. Algo sin duda deleznable.

Lo que ocurría al otro lado del mundo material era que las almas de los niños muertos, mujeres y hombres en shock, se aferraban al manto de luz pidiendo consuelo mientras absorbían su amorosa energía. ¿Qué hacer? ¿Acogerlos a todos y llevarlos a su correspondiente plano de luz y retirar su escudo protector de la ciudad? ¿O atenderlos a cada uno de ellos?

Cada vez eran más los que se acercaban hasta su plano de realidad. Venían como almas en pena que deambulaban sin saber qué había pasado, y tras tocar a Madre, salían como chispeantes luciérnagas cargadas de amor hacia su siguiente destino; eran cientos y cientos… Exhausta, volvía a su cuerpo y salía de la habitación para cumplir con sus deberes en el Ashram junto a Sri Aurobindo. Y así muchas veces.

Madre, desde niña salía ya de su cuerpo y con su aura dorada atraía durante el sueño a gente moribunda y enferma que le contaba sus miedos y desgracias. Tras recibir su amor, regresaban a sus cuerpos reconfortados y muchas veces se levantaban al día siguiente curados para sorpresa de sus allegados.

Hay muchas grandes mujeres en la India y en Occidente que son unas completas desconocidas en este campo de servicio. Pero Mirra Alfassa fue sin duda un fenómeno extraordinario.

                                                                                                                                                                      Continuará…

LA MUJER QUE ESCUPÍA DIAMANTES – V

Prosigue la velada de nuestros amigos hasta el amanecer / Mujeres occidentales extraordinarias y poco conocidas