DIARIO DEIA – 26.09.88
LA PRÁCTICA DE LA FILOSOFÍA ESPIRITUAL EN LA SOCIEDAD ACTUAL
Los griegos fueron los primeros en decirlo: conócete a ti mismo. Miles de años después, un hindú de 77 años lo repite: La verdad está en nosotros, en el conocimiento. Resulta casi inverosímil trasladar la filosofía de Sri Taracad, “Anantaram”, a la realidad cotidiana, pero él está convencido de poder hacerlo. La solución a todos los problemas está en experimentar consciente y constantemente la divinidad. En los últimos ocho meses ha viajado junto a su esposa Sow Balita por Chile, Argentina y Brasil. No repara en las circunstancias de esos países. No sabe de dictaduras, plebiscitos o miseria. Su doctrina está encaminada al logro del progreso material y espiritual de la sociedad. Después, la respuesta la traerá el cielo. Los dos ancianos vuelven a Bombay, pero antes han paseado su serenidad por el País Vasco.
Un maestro hindú y su esposa enseñan la bondad de su doctrina en el País Vasco.
«La divina levedad del ser» por Isabel Camacho.
Él acaba de cumplir los setenta y siete años y el pelo oscuro de ella parece demostrar que aún no los ha alcanzado. Sus figuras exageradamente leves aparecen envueltas en trajes de su país. El maestro cubre su cabeza con un turbante verde y una túnica clara con bordados recoge su frágil cuerpo. Un cuerpo que no conoce de gripes, jaquecas o demás zarandajas que afectan a los mortales, según cuenta la esposa orgullosa.
Ella, silenciosa y apenas perceptible, sólo sonríe y reprende al esposo en su desenfrenada incontinencia verbal. Un círculo rojo en el entrecejo recuerda que es una mujer casada. Se recoge la cabellera azabache adornada de hileras blancas a la manera india y su espiritualidad no le impide lucir varios brazaletes y un práctico reloj dorado que marca las cuatro y media. Esta es la hora en que meditan y pasean allá en su lejano hogar de Bombay. En los últimos tiempos tratan de dar a conocer su filosofía y su mensaje: Todos los hombres son iguales; sólo cambian las circunstancias y las costumbres. Quizá por eso después de ocho meses de país en país no sienten nostalgia. Y es que, para ellos, las diferencias son sólo un concepto.
Un folio entregado por Leonardo Olazabal, responsable del centro de Raja Yoga “Darjeeling” en Bilbao, y anfitrión del instructor mundial y su esposa, explica en qué consiste la filosofía del maestro “Anantaram”.
“Suddha Dharma, es el sistema preeminente que sostiene los principios más vitales sobre la vida y la conducta, encaminados al logro del progreso material y espiritual de la sociedad”. “Consiste, continúa el texto explicatorio, en habilitar al aspirante para vencer la perniciosa raíz del egoísmo, el cual es gradual y seguramente dominado, siendo esto el fin a que conduce su filosofía: «abriga la esperanza de que viviendo así la vida universal se asegura para todos”. En un intento de aclarar lo ininteligible para el profano, Leonardo Olazabal aclara que se trata de una filosofía consistente en teorías y técnicas psicológicas para conseguir la serenidad, el bienestar y la evolución en cuerpo y espíritu.
Cuando Sri Anantaram, quien prefiere ocultar su nombre espiritual, intenta decir qué es “Suddha Dharma Mandalam” a pesar de su buena intención, la respuesta es abstrusa (para la periodista). “Es una organización esotérica divina universal basada en un conjunto de leyes del Brahma. Todas las leyes de otras religiones proceden de este dios. Su propósito es alcanzar la realización, por medio de la propia autodisciplina y el entendimiento de las escrituras, junto a una vida pura”. La dureza en conseguir trasladar los conocimientos del maestro a un lenguaje comprensible y “mundano” no significa la carencia de rigor, es simplemente diferente. Este hombre leve y seguramente sabio utiliza el idioma inglés caracterizado por su peculiar acento hindú para expresar su pensamiento vital. No resulta sencillo hablar de la divinidad y de su camino a la paz en el que ha empeñado su vida. Empezó a los 21 años a estudiar “Suddha Dharma. “Hasta entonces, según cuenta, había librado una constante batalla para encontrar una solución a todos los sufrimientos que veía a mi alrededor. Fue una constante lucha, al principio me sentía mal, estaba desilusionado. Antes de conocer el “Suddha Dharma” muchos problemas invadían mi mente: quería hallar una solución para las enfermedades que vemos a nuestro alrededor. Desde niño, mejor dicho, en los comienzos de mi vida de estudiante, acostumbraba a ir a visitar a los sabios aquí y allá, en todos los lugares para buscar su ayuda. Recorrí casi toda la India y al fin encontré la respuesta: era el “Suddha Dharma”. Ese encuentro le permite sentirse feliz, optimista en medio de la vorágine. Reconoce que en ocasiones sufre depresiones, pero apenas le rozan. Y cuando comentas la lucha cotidiana por sobrevivir, o cómo resolver problemas tan habituales como la droga o las guerras, tiene respuesta para lo imposible. “La respuesta está en el mismo problema. Hay que buscar un pensamiento positivo sin permitir que el pensamiento negativo nos invada.
La humanidad es una, la inteligencia y el cuerpo son similares, el cambio es casi anecdótico. Es necesario desarrollar esta inteligencia en todas las actividades positivas; cuando seamos conscientes de que todos venimos de una misma fuerza y al final volvemos a ella, desaparecerán los conflictos, encontraremos la paz, la armonía, y entonces conoceremos la felicidad. Así pues, esta filosofía se resume en conocer, desear y actuar. Después llegará la plenitud”. El maestro hindú invoca constantemente a la divinidad y la describe como una inteligencia suprema, sin que su nombre sea significativo, poseedor del don de la ubicuidad y presente en todos los seres humanos. Para él la divinidad es “Narayana” o lo que es igual: “el que está en todos nosotros”. En esta búsqueda de la perfección, es primordial la bondad. Para este hombre, el ser humano es bueno por naturaleza; luego deviene en una elección personal. Una elección que, para el maestro, no es difícil, a pesar de las circunstancias frecuentemente adversas. Y es que “con nosotros tenemos que utilizar la mente, con los demás, el corazón y así, dándote a los demás te salvarás de muchos problemas. Para la divinidad todos somos uno: Cristo, Buda… todos enseñaron lo mismo, solamente impartieron un mandamiento: ser buenos”. En su reciente viaje a Chile, no ha tenido conocimiento de lo que allí acontece; tampoco de los desaparecidos en Argentina, sí sabe del alto nivel de drogadicción y para todos la solución está en el hombre. “Yo imparto enseñanzas espirituales, si estas ideas llegan a los hombres, habrá paz. Yo no hablo de religión, sólo digo que los hombres deben crecer en su conciencia, ser conscientes de que tienen que llevar una vida mejor, dejar los malos hábitos y darse cuenta de que todos los sufrimientos los producen ellos mismos, de que somos nosotros quienes nos creamos nuestros propios problemas. Una vez seamos conscientes de eso, seremos buenos y la bondad se contagia. Ya sabemos que ha habido seres buenos a lo largo de la historia”. Así las cosas, el futuro de la humanidad no podría ser oscuro, sino que irá evolucionando. Todos seremos mejores. “De hecho ya somos mejores que nuestros antepasados. Tenemos que desarrollar las cualidades, la inteligencia, para alcanzar la perfección. La inteligencia ayuda a ser bueno, si la usamos correctamente, a menudo es un instrumento para malas acciones, pero tiene que ser entrenada adecuadamente”. De cualquier forma, si la vida se encamina al caos y no parece haber solución para lo aciago, que no cunda el pánico. “La divinidad no permitirá ese extremo, habrá una reencarnación que se llama Avatar, un ser elevado, que se reencarnará en un elegido y resolverá los problemas. Siempre ha ocurrido así, no importa el nombre”. ¿Por qué lo sabe? Esta es su respuesta. “Hay una Jerarquía que lo está preparando”.
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