Hoy domingo he tenido el impulso de escribir sobre la muerte en la tranquilidad de mi caserío-museo de la montaña. Es un día soleado y una corriente de aire templada mece las ramas de los árboles de mi jardín. Yo me encuentro bien en la mesa de la cocina, que es un lugar amplio y tranquilo, además se está muy fresquito, gracias a los espesos muros de piedra de este caserío del siglo XVIII.

Antes de ponerme a escribir he tenido el impulso mental de buscar literatura acerca de la psiquiatra, escritora suiza-norteamericana, la Dra. Elisabeth Kübler-Ross.

Museo Asiático de Biarritz

Recuerdo haber visto tres libritos de ella donde habla o escribe sobre sus experiencias con personas moribundas. He rebuscado en mi biblioteca repartida en varias habitaciones de la casa y nada de nada. Seguro que están guardados en una de las veinte cajas que tengo almacenadas. Así que decido coger el móvil y buscar en Internet. Acto seguido he leído en Wikipedia: “Nacimiento: 8 de julio”. ¡Caramba, igual que yo! E inmediatamente examiné las 5 fases o etapas del duelo, a saber: Primera, la negación. Segunda, la ira. Tercera, la negociación. Cuarta, la depresión. Quinta, la aceptación.

Esto ocurre en mayor o menor grado ante la muerte de un familiar o un ser muy querido. Y es un sentimiento natural, pero me he quedado un poco frío, a pesar de que nos rodea el calor propio del verano (y no como dicen engañándonos, que se debe al cambio climático).

No discrepo de que esto no sea así (menos mal que muchos años después Elisabeth dijo que el duelo no es tan lineal y rígido como lo había descrito, sino que es más abstracto). Y es que para mí, falta un componente esencial, y es el hecho de que la persona que se va -independientemente de cómo haya sido la forma de morir- su espíritu entra en una dimensión de paz, autenticidad y espiritualidad de orden sublime. Realmente NO MUERE. Te faltará su tacto, su mirada, su entrañable abrazo, su timbre de voz, pero te aseguro que, desde otro nivel de conciencia, el ser que amas estará pendiente de ti y te lo hará saber a través de los sueños.

Hay muchas falsas creencias e inadecuadas interpretaciones de las antiguas escrituras sagradas por ahí. Que no te espante la mediocridad de los discursos de hoy día. El alma -salvada la confusión del momento de la transición- el alma como digo, se centra en las personas que dejó en la Tierra y les envía todo su amor, su “particular forma de sustento energético y poder de calma”. Independientemente de que seamos conscientes de ello o no, esto siempre es así. De ahí que el alma se vea también un tanto afligida si percibe que aquellos que ha dejado en el mundo físico están tristes durante mucho tiempo. Los seres humanos somos almas que tienen un cuerpo, y no un cuerpo que tienen un alma. Obtenidas las experiencias necesarias en la Tierra, o cuando su karma lo indique, el alma abandona el cuerpo como si de un viejo abrigo se tratara. Es un proceso natural de la Vida, como el nacimiento; nacemos en la Tierra tras dejar el Plano Espiritual y a nuestros amigos allí. Un sagrado lugar que ya conocemos, pero que no lo recordamos, sustentado por millones de vidas con distintos niveles de manifestación, y protegidas por la Fuerza lumínica y maravillosa de Shámbala. Se ha dicho que Shámbala, es “el lugar donde la Voluntad de Dios (el Logos o Lo Que Es) es conocida”.

Esto ha de ser un gran alivio. Es cierto y algo natural que el que se queda, sufre, llora y muestra su incredulidad ante la desaparición física definitiva del ser amado. La muerte siempre produce tristeza, nostalgia, pesar y emociones encontradas. La persona afectada entra en cabreo o ira, se desespera, se deprime (entristece lo que es un sentimiento natural y lógico) y finalmente lo asume, o mejor dicho, se calma. Sabe -de un modo que no puede explicar- que la pérdida es solamente un hecho aparente, que sigue ahí, y que desde el punto de vista espiritual no ha muerto sino que ha cambiado de nivel. Al abrir así la mente, la aflicción desaparece automáticamente.

Todos sabemos que tarde o temprano tenemos que abandonar el cuerpo. Nacemos con una inhalación y nos vamos con una exhalación. Un trance que siendo nuestra última aventura en cada una de las vidas, hemos practicado muchas veces. Todos nos vamos a reunir de nuevo tras abandonar nuestros respectivos abrigos. Para el común de los mortales, resulta frustrante no tener las pruebas de que la vida de un ser continúa tras la muerte física. Y es que nuestro cerebro físico no puede comprender lo que acontece a un nivel más alto o en un plano espiritual, salvo que seas un Iniciado o un Yogui realizado. No es fácil explicar con palabras corrientes las características propias de la Vida Espiritual, y acerca del propósito de nuestra existencia en la Tierra. Pero hay algo que sí sabes y lo intuyes, y es que “Somos Almas”, “Somos inmortales”, “Tú eres un ser Inmortal”, porque los Universos son gobernados por medio de leyes perfectas, éticas y eternas, y esa certeza la llevamos con nosotros en nuestro interior.

Otro médico psiquiatra y licenciado en Filosofía, el Dr. Raymond A. Moody, dice en “Vida después de la vida”: Tengo miles de testimonios, bien analizados y realizados con total honestidad. He trabajado con regresiones, he estudiado los casos de “viajes fuera del cuerpo”, y el estado “extracorporal” consciente. En innumerables ocasiones hemos experimentado el vernos tumbados en el diván o en la cama estando fuera del cuerpo. Al principio te sorprendes, luego te das cuenta de lo bien que estás en ese estado espiritual extracorpóreo, y si tienes que volver del plano Astral, porque no es el momento de morir o porque el regresor te llama, experimentas una gran pereza el hecho de tener que “entrar de nuevo”, en algo tan denso y limitado como es el cuerpo físico. Esto lo he experimentado yo mismo en mis múltiples experiencias como profesor de Raja Yoga (Yoga mental) a lo largo de mi vida.

En la India abordan la muerte con el mismo dolor que en cualquier parte del mundo, y tienen numerosos tratados que hablan sobre ese particular momento. También tenemos El Libro de los Muertos del Antiguo Egipto, con descripciones muy curiosas, y lo mismo ocurre con El Libro de los Muertos Tibetano. Merece la pena indagar en ellos, sobre todo si trabajamos y estamos cerca de personas que están en un estado moribundo.

Según E. Lester Smith, en su libro “Nuestra última aventura”, relacionado con la partida del cuerpo, las personas que han perdido algún miembro de su cuerpo físico siguen experimentando energéticamente o espiritualmente que lo tienen completo, es decir ¡entero! (llamado miembro fantasma) y esto les consuela enormemente. La Ciencia Oficial te dirá que son “engaños del cerebro”, no te lo creas. Nunca ha estado más dividida la Ciencia que ahora. Si a una persona que le faltan las piernas o le falta un brazo, se le hace salir fuera de su cuerpo o tiene una experiencia extracorpórea, podrá ver perfectamente todo su cuerpo completo en su forma energética.

En el mundo y a lo largo de la existencia humana, se han creado varios miles de rituales para el momento del morir y para después de la muerte. “Tuvimos un diluvio y gran parte de la humanidad desapareció”, o sea, murió. Y ahora, en nuestra época, los signos parecen mostrar que va a ocurrir lo mismo, pero no con agua ¡sino con fuego! Sí, una destrucción de tipo subatómico, bioquímico o por bioterrorismo. Y es que la evolución humana, que debiera ser siempre ascendente y encaminada hacia el bien de la totalidad, se empeña en pasar a fases regresivas a cambio de obtener un poder y enriquecimiento efímero, llevándose por delante la destrucción de la vida en todos sus reinos. Destruimos los ríos, los océanos, los bosques, el reino animal, los minerales, y lo único que se puede imponer a esta barbarie es un ser humano con ética, visión espiritual y con una justicia verdadera.

Si queremos un progreso real, tenemos que avanzar hacia el futuro “sin perder tiempo”. Tenemos que cuidar de nuestra libertad y ser responsivos. Con serenidad y apremio debemos demostrar nuestra conformidad o no ante las situaciones que nos presentan.

Hay que ser sensitivos e intuitivos rehusando cualquier forma de hacer daño a la Vida. La muerte es inevitable, pero hay elección a la hora de morir. Es una vergüenza lo que acontece en algunos hospitales, clínicas y residencias de ancianos. No es de extrañar que exista la llamada “fobia hospitalaria”. La psicoterapeuta Christianne Heal habla de ello, y añade: “Que el trance de la muerte no se convierta en un negocio en marcha plagado de ruido y luces, y sin asistencia espiritual propia de otras confesiones o filosofías, además de poder obtener incineraciones o enterramientos ecológicos”.

Ángel del Amor

Ángel del Amor

A lo largo de los años he leído y he asistido a muchas charlas y coloquios sobre la ciencia del morir, dadas por lamas tibetanos y maestros de Yoga. Desde el punto de vista hindú, el conocimiento de una inminente partida comienza aprendiendo a recogerse como siempre se ha hecho en el Ashram (lugar de meditación y enseñanzas). Es decir, adoptar una actitud recogida y silenciosa en una habitación tranquila de la casa, dejando que su inteligente alma haga todo el proceso.

Hay que procurar, para obtener la quietud deseada, haberse despedido de los suyos, haber distribuido los bienes materiales, y si es posible lograr la paz con aquellos que ha estado en conflicto. El incienso, una luz anaranjada y cálida en la habitación, y algunas notas musicales suaves vienen bien para el momento del trance y para el después. Entonces el último sueño se produce, y el viaje comienza a los planos superiores e internos, donde acude a lugares de cuidados intensivos especiales, además de ser recibido por familiares y amigos que habían fallecido antes que él o ella. Aquí, en este nuevo estado se depuran karmas negativos y karmas positivos. Se vislumbra el trabajo de futuro en esos niveles de conciencia y se prepara –para mucho más adelante- su nueva siguiente encarnación en la Tierra con nuevos cometidos y metas. Lo usual es esperar a que los seres amados que dejó en la Tierra desencarnen, y él o ella los reciba con plena conciencia y les muestre el nuevo hogar.

Así las cosas, la transición no es más que un cambio de habitación. Se ha ido nuestro ser querido, pero no se ha ido del todo. Se trata de vivir y morir para seguir viviendo con más plenitud.

Leonardo