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BILL COX. ZAHORÍ ESTADOUNIDENSE

Un día caluroso en tierras rurales del estado de Karnataka en India. Un radiestesista sosteniendo en equilibrio un coco en la mano bien estirada recorre una extensión agrícola. De repente el coco -antes tumbado en la palma de la mano que lo sostiene- se endereza e incluso salta de la mano a la par que el Biolocalizador o Zahorí grita ¡agua! ¡agua! En ese lugar se procede a perforar un pozo. El 92% de las veces se obtiene abundante agua para regar sus fincas. ¿Es esto posible? ¡Lo es sin duda! Detectar agua con un palo, un péndulo, una horquilla, unas varillas en forma de L, o como en este caso con un coco, es perfectamente posible en manos de una mente sensible. Una cualidad psíquica que se ha desarrollado en todas las civilizaciones desde el más remoto pasado. Se trata de un efecto ideomotor. El subconsciente del especialista capta el objeto de su búsqueda y su sistema nervioso produce el movimiento adecuado en su mano y dedos. Por supuesto la radiestesia es mucho más y avanza a niveles cada vez más espirituales. De hecho, cuando se ha alcanzado el objetivo, una suave paz recupera el lugar que le corresponde en el mundo de los sentidos. Para mostrar la Radiestesia en mi Centro Darjeeling en Bilbao, invité en el año 1992 al zahorí norteamericano Bill Cox. Y esto fue lo que se publicó en un diario de la época hace ahora 31 años.

Davina y Bill Cox con Leonardo Año 1992

 

 

 

 

 

 

BILL COX: ¡El Zahorismo funciona!

“Uri Geller tiene muy buena reputación como localizador de petróleo” LUIS ALFONSO GAMEZ BILBAO

El Correo Español – El Pueblo Vasco Domingo 24 de mayo de 1992.

El Correo Español – El Pueblo Vasco
Domingo 24 de mayo de 1992.

Bill Cox nació en Kansas hace 71 años, pero ahora vive en la soleada California. Se gana la vida como zahorí, vieja ocupación que la rentable Nueva Era ha rebautizado con el más aparente nombre de radiestesia. De aspecto bonachón y ojos azules, asegura que trabaja como asesor de empresas privadas, en la localización de aguas subterráneas con éxito en un 90% de los intentos. Los contratos que, según él, pueden probarlo están en California. Cox y su esposa, una elegante británica dedicada también al apostolado de lo paranormal, han impartido sendas conferencias en Bilbao, invitados por el Centro de Síntesis Darjeeling.

–¿De qué vive usted? –Soy un profesional de la localización de aguas subterráneas.

–Es lo que antes se llamaba zahorí.

–Sí. El aspecto intuitivo de mi trabajo se llama zahorismo o radiestesia.

–Entonces, radiestesia es el nombre que se utiliza para darle seriedad al oficio de zahorismo.

–En esencia, ambos términos se refieren a lo mismo. Sin embargo, existen algunas diferencias en lo que se refiere a la técnica.

Más allá de los sentidos

–¿Pero funciona?

–Sí. Hay muchas teorías acerca de cómo funciona el zahorismo. Yo prefiero hablar de cómo pienso que funciona en mi caso.

–Así que no existe consenso entre los zahoríes.

–Yo sigo mi método porque funciona para mí.

–¿En qué consiste?

–Yo intento conectar con la sustancia o la persona a distancia, más allá de los límites de los cinco sentidos. Claro está que no veo ni toco ni escucho el agua subterránea. Yo he desarrollado métodos para ampliar los cinco sentidos.

Bill Cox en acción en Ereño – Bedia Bizkaia

–¿Ya hay pruebas científicas del zahorismo?

–Sí. Definitivamente, sí. He trabajado para una compañía muy grande del sur de California en la localización de grandes cantidades de agua.

–Uri Geller asegura que él también lo hace.

–Sí, tiene muy buena reputación como localizador de petróleo.

–Sin embargo, las compañías para las que dice que ha trabajado lo niegan.

–No lo sé. Eso puede ser un problema. A veces, los accionistas no quieren que la compañía lo reconozca. En California, yo tengo cartas de las compañías por las que he sido contratado.

–La corriente de agua estará más o menos profunda; pero, en casi todos los sitios, existe.

–No, no. Hay muchos pozos secos. La gente acude a mí cuando ya ha agotado otros recursos.

–¿Y encuentra agua siempre?

–Tengo un porcentaje de éxito del 90%. Si la compañía pide un flujo de 500 galones por minuto y yo encuentro 400, no lo considero un fracaso, sino un éxito parcial.

–Si el zahorismo funciona, ¿cómo es que no se publican artículos sobre el tema en las revistas científicas?

–A la radiestesia, le falta credibilidad por el hecho de no ser una ciencia ortodoxa.

Pruebas

–Hay gente que dice que es un camelo.

–Si, hay muchas personas que dicen que no funciona. Yo practico la radiestesia desde hace veinticuatro años. Se gasta mucho dinero en cada prospección y no podría dormir tranquilo si no funcionara. Yo trabajo con ingenieros. Todos somos compatibles. Cada uno proporciona parte de la información.

–Un conocido ilusionista norteamericano, James Randi, no comparte su entusiasmo por el zahorismo.

–Sí, pero Randi es un mago muy malo.

–No tiene esa fama. Es discípulo de Houdini, asesor de revistas científicas y creador de trucos de magia.

–Gana mucho dinero hablando mal de la gente.

–También se gana mucho dinero con lo paranormal.

–Yo gano menos que un ingeniero, pero soy feliz con lo que hago.

– Isaac Asimov criticaba el zahorismo y no necesitaba dinero precisamente

–Sí.

–Randi ha duplicado los trucos de Uri Geller y ha ofrecido 10.000 dólares al zahorí que demuestre que es capaz de localizar aguas subterráneas.

–Ofrece 10.000 dólares, pero pone condiciones que nadie puede cumplir.

–Condiciones que revistas como Nature consideran necesarias y lógicas.

–Permíteme una alegoría. Yo voy a pagar todo lo que tú compres en el mercado, siempre y cuando no sea líquido, sólido, ni en forma de polvos.

–¿Hay mucho charlatán en lo paranormal?

–Hay gente que cree en lo que hace, pero no puede demostrarlo. Yo puedo probar lo que digo.

LA MUJER QUE ESCUPÍA DIAMANTES – I (Género fantástico)

El Petit Hôtel París / La Moda en París

Por RAI

EL PETIT HÔTEL PARÍS

  Caminaba por una calle de la ciudad de París mirando cómo las gotas de lluvia rebotaban en sus zapatos. Un trueno le hizo alzar la mirada. Ya estaba frente a la casa-hotel en el que había quedado con un grupo de estudios ocultistas y herméticos. Hizo sonar la campana tirando de una manivela situada al lado del letrero desgastado de porcelana azul-índigo y con letras blancas que ponía “Petit Hôtel Paris”.

 

En una calle-jardín de París

A mediados de los años 30 había una gran cantidad de grupos no-conformistas que buscaban la inspiración en libros, revistas y movimientos filosóficos relacionados con Egipto, Grecia, y los alquimistas de la Edad Media, por un lado. Mientras que otros buscaban y reflexionaban sobre nuevas ideas políticas, moda, arte y los nuevos espectáculos.

La puerta se abrió y una señora mayor de ojos verdes y cabello castaño con gruesos rizos, esbozó una leve sonrisa tras mirar a un lado y al otro de la puerta.

–Hola Henri -dijo la señora.

–Hola Colette.

Colette era mujer de René, y dueños de la casita hotel.

Francia se hallaba sacudida por la crisis financiera que azotó al mundo unos años antes, en 1929. La vida social estaba ralentizada y su recuperación se presentaba lenta, y según la médium Juliette (nombre que proviene del mes de julio y corresponde al planeta Júpiter) se avecinaba una época apocalíptica.

Pero aún sería peor para España, Alemania, Italia, Inglaterra y los Estados Unidos. Los gobernantes, como tantas veces ha ocurrido y ocurrirá en el futuro, eran incapaces de detectar con claridad lo que ocurría, ni las causas reales de la crisis. Los parisinos pasaban hambre. Los niños y ancianos eran los más vulnerables. Pero nada comparado con lo que ocurriría en los años siguientes.

Tratar en la reunión sobre qué peligros amenazaban a Francia y en particular a los ciudadanos parisinos, era el motivo de la tertulia de ese día, y también las circunstancias económicas por las que estaban pasando los dueños del pequeño Hotel París. Como cada viernes y una vez al mes, la reunión se llevaba a cabo en un salón acogedor de la parte baja del hotel. El mismo se hallaba ubicado tras lo que era una bodega de vinos, ahora llena de cajas de madera y sillas antiguas. Una pequeña puerta daba paso a la sala de reuniones. La habitación aparecía con estanterías llenas de libros antiguos, protegidos algunos con puertas de cristal y otros con cortinas de terciopelo rojo, y cajones cerrados con llave. En un lado había una gran mesa de roble rectangular, donde cabían doce personas sentadas cómodamente. Sobre ésta había distintos libros, entre ellos se apreciaba la obra de Zanoni y una esfinge egipcia de loza azul brillante del tamaño del libro.

A un lado de ésta y en un rincón, una mesa redonda con seis sillas servía de cobijo y lugar de encuentros. Aquí los amantes de los libros y de las tertulias filosóficas mostraban la esencia de sus pensamientos y reflexiones. En esta mesita se hablaba de psicometría, de radiestesia, de astrología, de quiromancia o lectura de las manos, de metapsíquica, de arqueología del Antiguo Egipto, de talismanes y piedras mágicas.

Según decían, los libros daban conocimiento, y los objetos mágicos servían para aprender a desarrollar la concentración y la meditación. Ambos eran los medios para llegar a la luz.

En la última reunión la médium Juliette dejó caer que había que prepararse mental y físicamente para un nuevo conflicto que se asomaba en el horizonte, tal y como lo había visto repetidamente en sus visiones.

También dijo, que el vulgo nada sabe de poderes sobrenaturales. La gente, como nunca ha estado preparada para un entendimiento superior, no puede acceder a este drama que se avecina. De ser así, las escuelas de iniciación y sabiduría no existirían. El poder del hombre es grande, y ha sido conocido desde que los Maestros Divinos plantaron la semilla del Conocimiento en los albores de la humanidad…

Ahora en el salón, se hallaban ya sentados en la mesa redonda la médium Juliette, hija de un comerciante de perfumes. Didier, que es un ilustrado abogado, conocedor de algunas hermandades esotéricas de Francia y Europa. Y Armand, un librero zahorí o rabdomante que usa un péndulo además de la horquilla de avellano y era un miembro de la Asociación de Amigos de la Radiestesia fundada en 1929 por el sacerdote Alexis Bouly.

 

LA MODA EN PARÍS

  La moda en París comenzaba a estar en auge. Juliette vestía con los diseños de Jeanne Paquin, de la Rue de la Paix, fallecida tres años antes en plena fama. Juliette afirmaba entrar en contacto de vez en cuando con su espíritu. La conoció en vida y la veía como una mujer fuerte y extraordinaria, que luchaba por la liberación de la mujer a través de la moda. Jeanne era también una gran admiradora de los ballets rusos y de su arte. A Juliette le gustaba llevar el abrigo quimono de sobrios colores diseñado por su admirada amiga Jeanne Paquin.

En el nº3 se hallaba la tienda de la diseñadora Jeanne Paquin.

Colette, pareja de René y dueños del Petit Hôtel París, viste de manera frugal. Lleva un vestido azul turquesa que hacía honor a sus ojos verdes, junto con una chaquetita de lana de color oscuro que cruzaba con elegancia sobre su pecho.

René, su marido, un hombre mayor, vestía humilde pero elegante, con ropa de color gris y marrón.

En cambio Henri, lleva un traje de lana color marrón, con ojales cruzados y camisa de color crema con rayas muy finas formando cuadros. Con la corbata y la gabardina, le hacían parecer un comisario de policía.

Didier, el abogado -así le llamaban-, llevaba el cabello con un buen corte a los lados y en la nuca, dejando más volumen en la parte superior para peinarlo hacia atrás, bien engominado para que no se mueva como era la moda. Viste un traje de color oscuro con pañuelo de seda en su bolsillo superior, y una camisa blanca. Un abrigo largo, guantes, y el paraguas completaban su atuendo, lo que hacía de él un hombre distinguido. Ya no se llevaba barba, y rara vez un grueso bigote tan popular en esa época. Aún así, él llevaba un fino bigote del estilo del actor Errol Flynn. Para entonces las gafas oscuras eran sinónimo de espía o tramposo, y ya no se llevaban. Eran tiempos austeros y la extravagancia estaba mal vista.

Armand el librero y radiestesista, vestía con un grueso jersey de nudos en azul marino, y pantalón de pana marrón oscuro, coronado por una boina de color índigo, bien ladeada sobre una de sus orejas.

Una vez que se saludaron, se sentaron los seis y volvieron a retomar la conversación de la última vez.

Luego se hizo una sesión de mediumnismo.

Tras las visiones, y ya de nuevo incorporada en su cuerpo físico se le acercó a Juliette media copita de ginebra para reanimarla físicamente. Tras un pequeño sorbo dijo:

–Se trata de Alemania.

–¡Otra vez los alemanes! –Espetó sin ningún tacto René (había perdido a sus padres en la Primera Guerra Mundial), y añadiendo un bufido dijo:

–¿No tuvieron suficiente con la primera Gran Guerra?

Juliette, respondió con voz casi apagada:

–El conflicto que viene no va a ser solo de oscuros uniformes militares, sino de… una inmunda pestilencia psíquica, de ¡fuerzas paranormales!

Luego con un poco más de fuerza en su voz, añadió:

–¡Algo tenebroso y oscuro se alzaba en el horizonte! Veo que la confrontación va a ser diferente a todas las anteriores de 1870 y 1914.

–Analicemos esto –añadió Armand.

El grupo compartió opiniones y comenzaban a dibujarse planes y objetivos…

En esta ocasión trataron sobre los gastos que costaba el mantenimiento del pequeño hotel. Colette y René estaban endeudados dada la situación social de pobreza que se vivía en la ciudad. Y esto les preocupaba porque estaban a punto de perderlo todo. Los bancos apretaban sus zarpas legales y el señor Didier, abogado, ya no podía contenerlos más.

Nuevo trance de la médium.

Juliette, volvió a entrar en un estado profundo de la mente. Pidió hacer un silencio. Después pronunció unas ininteligibles palabras y cayó en trance. Un fuerte trueno, de la tormenta que caía en el exterior, retumbó en toda la casa. Al poco, Juliette abrió la boca y depositó sobre una taza vacía de té, la conocida forma lechosa de ectoplasma, un fluido psíquico, que en la experiencia repetitiva de otras reuniones lo había convertido en algo ya conocido (se trataba de una sustancia blanca de composición desconocida que se produce en un estado modificado de conciencia. Una sustancia energética o etérica que se materializaba por el poder mental de la médium). Pero esta vez había algo peculiar en él. Había una luminiscencia en la masa vaporosa. Se esperó a que Juliette saliera de su trance y tomara unas respiraciones profundas. Su cara pálida, siempre que caía en trance, se volvía ahora más rojiza. Luego tomó delicadamente la taza y vertió su contenido sobre un platito, y entre la espuma ligeramente luminosa, aparecieron tres diamantes brillando a la vez que ésta desaparecía.

 

El hotel era una pequeña opción al Gran Hôtel de París

Cómo ocurrió esto merecerá nuestra atención más adelante. El caso es que todos se miraron y comprendieron que allí estaba la solución al problema del hotel. En Metapsíquica se estudia el fenómeno del ectoplasma de los médiums sin llegar a comprenderlo todavía. Curiosamente a la vez que esto ocurría en París, en un poblado de India, durante una ceremonia de fuego llamada Agni-Puja, el yogui estando situado frente a grandes llamaradas de fuego con las manos unidas frente a su pecho materializó por su boca tres pequeños lingams de cristal de cuarzo, que recogieron con una gasa de seda blanca, los sacerdotes que a su lado pronunciaban mantras en forma devota y ceremonial.

Continuará…

LA MUJER QUE ESCUPÍA DIAMANTES – II

Ayuda del otro lado /Los Tentáculos de la Bestia.