Para Svetoslav (Sveti), el silencio de su estudio, los colores de India donde residió hasta su fallecimiento en 1993, los pinceles y los aromas de las esencias florales, que preparaba en su finca de Tataguni en Bangalore para enviar a París y a Suiza, constituían su entrañable ambiente diario. La lectura de libros, la correspondencia, así como las visitas de fin de semana, y sus lienzos ocupaban una gran parte de su tiempo. Además de dar a conocer La Bandera de la Paz en toda la India.
Sveti solía decir:
“Creo que el color da vida. La armonía en el color es como la armonía en la música. Todo en todo, mi tesis para la pintura es como sigue: El color es lo primero, es lo que nos influencia.”
Su padre Nicolás apreciaba y elogiaba su arte. En la obra “La flauta sagrada” podemos leer un escrito de Nicolás Roerich en referencia a su hijo escrito en mayo de 1935:
“Si comparamos sus obras durante los recientes años, vemos como diligentemente la misma música del color se perfecciona a sí misma. La forma era frágil y expresiva y los colores muy poderosos, pero ahora de un día a otro día, te quedas sorprendido con la claridad y la suavidad de estas combinaciones coloristas. Da igual que sea un retrato, una parte de un rostro o un paisaje, en todas las cosas encontramos los conceptos de lo etéreo, la fuerza y el realismo que le es atribuido.”
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