Vivimos tiempos extraños, confusos, en cierto modo… mediocres. ¿Por qué digo esto? Por la sencilla razón de que para dejar de ser mediocres hay que establecer primero la paz dentro de uno mismo. Y hoy día, el que más o el que menos, en su interior solo tiene alboroto, un pobre humanismo y una insensible moral, y nada de esto sirve para implantar la paz en el mundo.
Se precisa madurar la paz. Para ello precisamos espíritus iluminados, y ¿los hay? Y si los hay, ¿dónde están sus causas nobles? ¿Dónde sus instituciones? Entidades nobles, antisectarias, antidogmáticas y no exclusivistas. Instituciones que hablan de la miel del amor, del respeto y del diálogo, ¿dónde están?

Leonardo y la Paz
Hay que unirse en triángulos fraternos. Promocionar y facilitar. No explotar y mancillar. Por ello hay que aprender a madurar la PAZ, y trabajar todos juntos para embellecer la Tierra. ¿No es eso lo que anhelamos?
En unas conferencias sobre la Kábala en Barcelona conocí, hace muchos años ya, a Z´ev ben Shimon Halevi, donde habló –entre otras excelentes enseñanzas– sobre la Escala de Jacob como sistema de comprensión metafísico. La escalera se hunde en el barro en sus primeros escalones. Los últimos se adentran en el mundo etéreo donde se sitúa el reino de los ángeles. Y dice: “Se trata del símbolo cósmico de pasar del mundo ordinario y material al otro de orden cósmico y espiritual. El grueso de la humanidad sigue aferrada al barro. Se requiere un gran esfuerzo y trabajo en los mundos inferiores antes de llegar a la iluminación”.
Así las cosas, en los años veinte del nuevo milenio me pregunto si la paz es posible. Una gran parte de la humanidad lleva sobre sí misma la lápida de la indiferencia, el dolor y la falta de visión. Son pocos los que se conocen a sí mismos de verdad, de una manera inteligente.
Crucial, Crisis, Cicatriz han de ser transformadas por Cambio, Crecimiento y Conciencia. Y todo ello con mucho tacto. Un tacto que ha de surgir de la percepción superior y ésta de la mente iluminada. Y no de una mente con prejuicios psicológicos y culturales. Cuando hay un trabajo espiritual se produce la transformación. Ser espiritual implica ser protector, ser pacífico, ser honesto. Algo obvio, porque lo que se es dentro, se es afuera.
Shaij Khaled Bentonnès dice en su obra “El Sufismo, Corazón del Islam”:
“La verdad consiste ante todo en entrar en armonía con todas nuestras contradicciones, coger el bastón de peregrino y servir a la humanidad como una unidad pura y simplificada”.
El propio mensaje de Jesucristo es totalmente pacífico al implantar en el mundo el AMOR.
Comencemos a alejarnos de las maniobras oscuras, de los horrores de los conflictos. Potenciemos la Cultura Espiritual, la Fe Religiosa y las Artes. Y así entrar en la Era Luminosa de la Paz y de la Quietud de las Alturas.
Leonardo Olazabal Amaral
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